Fanáticos religiosos

Dios no tiene un color favorito, pero muchos de sus hijos sí… al menos en el deporte rey de los dominicanos, el béisbol. En este caso, muchos sacerdotes no tienen reparos en expresar su apoyo público a su equipo preferido en la

Dios no tiene un color favorito, pero muchos de sus hijos sí… al menos en el deporte rey de los dominicanos, el béisbol. En este caso, muchos sacerdotes no tienen reparos en expresar su apoyo público a su equipo preferido en la pelota del patio. Monseñor Agripino Núñez Collado ha seguido a las Águilas Cibaeñas desde que recuerda y eso abarca el béisbol romántico de la década de 1950. El “aguiluchismo” del rector de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) es un fuerte sentimiento que lo lleva de vez en cuando al estadio Cibao.

Monseñor ha disfrutado cada campeonato obtenido por las Águilas, pero admite que ha “gozado más las finales ganadas a los Tigres del Licey”.

“Las rivalidades en el béisbol, lejos de ser conflictivas, son rivalidades bonitas, es un espectáculo estar en el estadio y ver el clamor de tantas almas en apoyo a su equipo”, expresó.

En el plano individual, ha tenido sus jugadores favoritos de siempre. “Recuerdo a Emilio Cueche, un importado que, en un doble juego, podía abrir el primero como lanzador y en el segundo jugaba en los jardines y hasta relevaba si era necesario. Ese era un béisbol diferente, romántico”, memorizó Núñez Collado.

Y entre los aguiluchos dominicanos también tiene sus preferencias. “Miguel Diloné creaba una expectación única con esa llegada a primera base que ponía nerviosos a los contrarios. Luis Polonia, Tony Peña y su hermano Ramón Arturo han sido jugadores grandes”, opinó.

Monseñor también es un seguidor de cada paso que dan los jugadores dominicanos en las Grandes Ligas.

“En 1966, estuve en la universidad de San Luis para una actividad y coincidió con una serie entre Cardenales y Gigantes de San Francisco”, relató. Eran los tiempos de Juan Marichal y los hermanos Alou.

“Pude ser testigo de un partido que abrió Marichal y los jardineros eran Felipe, Jesús y Mateo. Peruchín (Cepeda) ya era de San Luis y le pegó un jonrón a Marichal”. En el país, eran los tiempos de las transmisiones recreadas por teletipo. “Yo me trasnochaba escuchando esos juegos de Juan Marichal”, afirmó.
Al prelado católico el béisbol lo llamó temprano, como jugador de la segunda base en sus días de seminarista y ya siendo sacerdote fue parte de un seleccionado de softbol formado por profesores de la PUCMM.

Fieles seguidores

Otros sacerdotes con simpatías beisbolera conocida son Angeolino Abreu (Águilas Cibaeñas), Pedro Francisco Lluberes (Leones del Escogido). Otros hombres de Dios que pregonan su fanatismo son los padres Luis Rosario y Jesús Hernández. Rosario, coordinador de la pastoral juvenil, es un cibaeño liceísta, una rara especie. 

“Nací en Moca, pero crecí y desde que recuerdo soy liceísta. No hubo un motivo especial que me llevara a dejar de lado al equipo de las Águilas Cibaeñas, que es el equipo que seguían mis padres”, expresó.

La parte del béisbol que más le gusta al padre Rosario es la hora de dar “cuerda”. “Sigo los juegos ocasionalmente y trato de enterarme, porque me gusta bromear con la gente de la parroquia”, dijo sonriente el reconocido trabajador social.

De su lado, Hernández se define como un escogidista pasivo.

“Me gusta el equipo rojo, me entero de lo que sucede con ese conjunto y me alegran sus triunfos”, sostiene el sacerdote.

Lo particular de este caso es que el director de la Biblioteca Antillense Salesiana nació en España.

“Salí de España hace 56 años. He aprendido algo del deporte nacional, pero solo me gusta, no soy un fanático activo. Sí voy al Escogido, solo eso”, explicó el sacerdote de origen europeo.

Rosario y Hernández son hombres del sistema salesiasno, el cual ha realizado un importante aporte al desarrollo deportivo del país, colocando instalaciones importantes a disposición de estudiantes e instituciones mediante sus centros escolares y vocacionales.

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