Evaluando el déficit fiscal

Aestas alturas es claro que la administración de gobierno no cumplirá con la meta de déficit fiscal acordada con el FMI equivalente a un 1.6% del PIB.

Aestas alturas es claro que la administración de gobierno no cumplirá con la meta de déficit fiscal acordada con el FMI equivalente a un 1.6% del PIB.

Distinto a otras ocasiones, parece tratarse de un incumplimiento de proporciones significativas que superaría con creces el 2% del PIB. Algunas proyecciones lo ubican en 2.5% del PIB, o unos RD$50 mil millones, unos RD$15 mil millones más de lo pactado. Una diferencia tan grande como esa es difícilmente negociable con el FMI.

Para la economía ortodoxa o conservadora, se trata de una mala noticia en virtud de que, en esa perspectiva, el déficit tiende a ser negativo al menos por tres razones. Primero, porque el déficit es casi por definición deuda sobre la que hay que pagar intereses. Se trataría, por lo tanto, de postergar un ajuste pagando costes financieros.

Segundo, porque el Estado siempre se financia, según esta visión, a costa del sector privado, incrementando la tasa de interés y capturando recursos financieros que en otro caso hubiesen sido canalizados hacia las empresas. Tercero, porque un gasto gubernamental por encima de los ingresos podría implicar un aumento de la presión sobre los precios y la tasa de cambio.

Como se ve, en general, esta visión parte de una percepción negativa del rol Estado en la economía en la que el déficit público no tiene efectos positivos, el financiamiento al Estado desplaza al sector privado y el gasto público es desestabilizador.

A esto se añade la presunción de que, en general, el Estado es menos productivo que el sector privado lo que implicaría que un traslado de recursos del segundo hacia el primero reduce la productividad de la economía.

Sin embargo, para la economía heterodoxa o progresista, el déficit no es negativo por definición; puede incluso ser positivo. Si la economía cuenta con financiamiento y capacidad ociosa, el aumento del gasto puede contribuir a evitar la recesión y a mantener un ritmo de crecimiento económico más elevado, incrementando el empleo, la producción, los ingresos, las recaudaciones y la capacidad de pago de la deuda.

Esto puede ser particularmente importante cuando otras fuentes de crecimiento como las exportaciones de bienes y servicios o la inversión extranjera muestran signos de debilidad. En un escenario como ese, el déficit no tendería a aumentar los precios ni la tasa de cambio.

Además, el déficit también puede financiar la provisión de bienes y servicios públicos que no pueden ser provistos por el sector privado y que son vitales para expandir la capacidad productiva de empresas y personas. De ser así, el gasto público incrementaría la producción y la inversión del sector privado.
Adicionalmente, otro tema relevante es el de la calidad de la deuda asociada al déficit, específicamente las condiciones de financiamiento del déficit como los plazos y los intereses.

Por lo anterior, algunas preguntas relevantes son si el incremento del déficit supone un coste financiero excesivo para el Estado, si está contribuyendo a incrementar las tasas de interés, si está quitándole recursos al sector privado, si amenaza con incrementar los precios y la tasa de cambio, si contribuirá a por lo menos lograr un aterrizaje económico menos violento, si el ajuste fiscal posterior será más intenso y doloroso, y si el gasto que supone el déficit contribuye a proveer bienes y servicios críticos para la economía y la población.

Las respuestas no son unánimes pero, en general, el balance tiende a ser negativo. Los costes financieros son desconocidos porque se han manejado con opacidad. No hay evidencia de que esté generando presiones cambiarias y sobre los precios, aunque puede generarlas en el futuro. Tampoco de que esté drenando recursos del sector privado. El déficit debe contribuir a sostener el ritmo de crecimiento y del empleo, pero eso durará poco. Finalmente, el hecho de que buena parte del déficit sea generado por el subsidio al sector eléctrico, desdice de la calidad del gasto vinculado.

En resumen, parecería un déficit que aunque ayudaría a un aterrizaje económico menos forzoso, y no parece estar imponiendo costos inmediatos al sector privado, no parece estar financiando las mejores causas y los costos posteriores pueden ser significativos.

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