Las Vegas, Nevada (EE.UU.). Hasta hace unos días estuve en esta ciudad, escenario de la pelea que por el cinturón mediano junior de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) protagonizaron el puertorriqueño Miguel Cotto y Floyd Mayweather, de Estados Unidos.
La historia ya ustedes la saben: Victoria contundente, como lo vaticiné, de Mayweather quien ratificó que es en la actualidad el mejor del mundo.
Cotto, después de sufrir su derrota –esperada por los más calificados expertos-, se mostró insatisfecho con la decisión de los jueces.
Tan incómodo que rompió el protocolo, el que se estila cuando termina una pelea de dimensión mundialista. No se presentó a la conferencia de prensa a la que sí asistió Floyd Mayweather quien con humildad y respeto hacia su rival resaltó la calidad del púgil boricua que vio desmejorar su expediente. Cotto ahora presente foja de 37-3 (30 triunfos por nocaut).
Cuando se le pasó la “rabiaca” y reflexionó como saben hacerlo los grandes atletas, reconoció su derrota. Mayweather, en los primeros cuatro asaltos, impuso su mejor boxeo. Especialmente la técnica, con un elegante manejo de su combinación de 1-2 (jab-recto). Fueron golpes que Cotto casi nunca pudo quitarse de su rostro y cuando trataba, con su movimiento de torso, de esquivar la ofensiva de Mayweather, el estadounidense repetía con precisión sus efectivos puños.
Cotto, casi nocaut
En el análisis que escribí horas antes del combate vaticiné que Cotto perdía por nocaut técnico o por amplia decisión. Su derrota se produjo, como lo apuntaron las tres tarjetas de los oficiales, por amplia decisión unánime. También expuse –y no fue una exageración- que “sólo un milagro del boxeo salvaba a Cotto de una derrota”. ¡El milagro no llegó!
En el último round casi pierde por nocaut. Mayweather, con sólidas combinaciones (jabs, rectos cortos y uppercuts, lo estremeció).
Quiero ratificar que Cotto, a quien considero un seguro salón de la fama del boxeo mundial, debe colgar los guantes. ¡Qué no empañe su positiva historia!