El fracaso de un plan de paz

Al cumplirse un año y un mes que se iniciaron las protestas contra el régimen de Bashar Al Asad en Siria, la ONU, por medio de su enviado…

Al cumplirse un año y un mes que se iniciaron las protestas contra el régimen de Bashar Al Asad en Siria, la ONU, por medio de su enviado especial Kofi Annan, firma y logra “poner en vigor”, el 12 de abril pasado, un plan de paz que, para la comunidad internacional, representaba una esperanza de avenimiento y diálogo entre las partes en conflicto con el propósito de detener la escalada progresiva de violencia y muerte que se ha estado produciendo en Siria a lo largo de este último año.

A un mes y semanas de que se produjese ese “ensayo” de tregua, muy lastimosamente, hay que decir que todo ha sido un verdadero fracaso. Solo 6 puntos conformaban este plan de paz, los que podían resumirse en un alto al fuego, apertura de negociaciones, autorización de entrada de ayuda humanitaria, todo esto con el fin ulterior de que, luego de calmar los ánimos allí, se iniciase el empedrado camino hacia la transición democrática. Ninguna de las partes lo ha respetado.

Casi 200 personas murieron en la última semana. El régimen de Al Asad culpa a la oposición a los que llama de terroristas, mientras que éstos explican que el ejército sirio es el responsable de la matanza en donde pereció una cantidad alarmante de niños. Es el primer hecho con un número de muertes tan elevado desde que se firmara la dichosa tregua de la ONU. Sin embargo, no ha sido el único caso, de hecho, otras personas siguen muriendo a diario en aquel país. Pero, por encima de estas disquisiciones, ¿a quién le creemos?

En el pasado, matanzas como estas han sido el detonante para que se pasase de las gestiones diplomáticas al despliegue de acciones militares directas. Tal fue el caso de Srebrenica en Bosnia en 1995 o de, para citar acontecimientos recientes, las muertes en Bengasi, Libia, que desataron el abandono de la diplomacia y la posterior operación militar de la OTAN o el aumento de la presión bajo el traqueteo estruendoso de las armas.

En Siria, no obstante, a nuestro entender y a contrapelo de lo habitual, no sucederá lo mismo pues, en este caso, las gestiones diplomáticas necesariamente deberán intensificarse aunque esto no conlleve una disminución en los enfrentamientos entre parte y parte. La expulsión de los representantes sirios en países de occidente como represalia a estos hechos es una muestra de la especie. A esto podríamos denominarle “diplomacia ofensiva” pues ataca de manera frontal, sin armas, pero con los mecanismos que la Convención de Viena de 1961 sobre Relaciones Diplomáticas les faculta, una actitud de un Estado que no está garantizando la preservación primigenia de los derechos humanos de los ciudadanos en su territorio.

El despliegue de este tipo de diplomacia es la prueba fehaciente y tácita de que, en términos generales, la comunidad internacional ha reconocido que el plan de paz de la ONU y del enviado especial y ex secretario general del organismo ha sido todo un fiasco.

Un plan de paz como el que ha querido implementarse, en donde el único perdedor sería Al Asad y su familia, quien cuenta con el apoyo de los rusos y chinos, obviamente no tenía muchas esperanzas, e incluso podría ser pernicioso para los planes, intereses y hasta para la guerra contra el terrorismo predicada desde los Estados Unidos pues es innegable que en la “oposición rebelde” de Siria existen elementos claves de Al Qaeda y de otros grupúsculos, armados y financiados por enemigos del régimen, que resultarían con cuotas importantes de poder.

Ahora es momento de un plan de paz que, llevado a cabo bajo la égida de acciones diplomáticas contundentes y de “acomodamientos” políticos, abarque el consentimiento y avenencia de Rusia y China, países tradicionalmente aliados del régimen sirio y con fuertes intereses económicos y estratégicos en ese país.

Si se logra convencer a Rusia de apoyar una salida al conflicto sirio como la que se produjo en Yemen, en donde se preserven los intereses, no solo de Rusia y de China en ese país, sino también de la familia Al Asad -aunque éste tenga que abandonar el poder- y en donde se logre estructurar las diversas fuerzas opositoras en generadoras reales de un cambio democrático, no así fundamentalista, el mundo habrá ganado; de no producirse esto, las muertes de esta última semana en Hula sabrán a poquito en comparación a las que faltan por producirse.

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