El mes de las cumbres

En junio, que aún no termina, tres países del continente americano han servido de sede para la realización de sendas cumbres internacionales…

En junio, que aún no termina, tres países del continente americano han servido de sede para la realización de sendas cumbres internacionales de alto nivel en las que se discutirían, básicamente, aspectos sobre seguridad alimentaria, crecimiento y estabilidad económica global y por último, desarrollo y evaluación de estrategias de preservación del medio ambiente, respectivamente.

Que se reúnan “nuestros líderes” por un lado tranquiliza –aunque salga caro- y por otro, al ver las resoluciones que alumbran sus debates y exposiciones y los niveles de desacuerdo imperantes en temas cruciales no sólo para sus respectivos países, sino para la comunidad internacional en conjunto y, aún más, para el futuro del planeta, necesariamente produce en nuestro interior, cierto grado de suspicacia y a veces hasta de desesperanza.

Veamos, entre los días 3 y 5 de este mes se celebró en Bolivia el 42 Período de Sesiones Ordinarias de la OEA que pretendía buscar soluciones para los 50 millones de habitantes del continente que sufren los embates del hambre.
Al final de la Cumbre, luego de que los debates se centraran en las deficiencias del sistema interamericano de Derechos Humanos de la OEA y en la propia obsolescencia de ese organismo, se aprobó la declaración sobre Seguridad Alimentaria con Soberanía de Las Américas con más discrepancias que puntos coincidentes, sobre todo porque algunos países como Estados Unidos y Chile no estuvieron de acuerdo con el concepto de “Soberanía Alimentaria”, rescatada desde el Foro Mundial que sobre esa materia se celebró en la Habana, Cuba, en el 2001, y que la detalla como: “derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación para toda la población… respetando sus propias culturas y la diversidad de los modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción agropecuaria, de comercialización y de gestión de los espacios rurales…”.

Del 18 al 20 tuvo lugar en Los Cabos, México, la Reunión del G20 que es el escenario que reúne a las economías avanzadas y emergentes más importantes del mundo y en el que se discuten los temas más trascendentales de cooperación en áreas cruciales de la agenda económica y financiera internacional.

Para México fue una reunión beneficiosa porque se le permitió el ingreso como miembro de pleno derecho en el Acuerdo de Cooperación Transpacífico, lo que de seguro le permitirá vincularse a las exportaciones hacia Australia, Asia y algunas islas del pacifico que al parecer tendrán un crecimiento económico importante en esta segunda mitad del siglo XXI.

Pero a quien más beneficia esta Cumbre del G20 es al presidente Obama, pues de mantenerse la desaceleración de la economía en China y la India y si no se tomasen los correctivos o previsiones de lugar, su posible reelección en noviembre de este año podría peligrar debido a que los embates económicos globales tienen especial efecto en la economía doméstica estadounidense.  Sin embargo, quizás previendo esto, China decidió rebajar sus tasas de interés tratando de dinamizar su economía; se produjo un llamado a que los países superavitarios incrementen sus importaciones de bienes y servicios;  se decidió enfrentar con medidas objetivas la situación de la zona euro; convinieron en propiciar la generación de empleos y fortalecer la demanda y crecimiento económico en sus respectivos países y se hizo, como garantía a esos propósitos, una recapitalización histórica del FMI de 456,000 millones de euros, con la firme intención de asegurar la estabilidad financiera global. Estos compromisos garantizan que, a menos que surja un revés impredecible, el triunfo de Obama esté casi asegurado.

Por último, se celebra hasta el día de hoy en Río de Janeiro, Brasil, la Cumbre de la ONU sobre Desarrollo Sustentable, Río + 20. Y muchos de nuestros países, incluyendo a la República Dominicana, acuden allí esperanzados en que, al cumplirse 20 años de la Cumbre de la Tierra de Rio, “ECO92”, cuyo documento final representó para la preservación del medio ambiente, lo que para los derechos humanos lo hizo la Convención Americana de Derechos Humanos, inspirando, incluso,  lo que sería el Protocolo de Kioto sobre Cambio Climático, surjan de ese foro las previsiones para cubrir las deficiencias de los instrumentos internacionales existentes hasta ahora con respecto al ecosistema y se creen los mecanismos para preservar las condiciones de habitabilidad sustentable en el planeta.

Aún con esas esperanzas, más de uno estará convencido de que con el concepto “economía verde” que lleva como norte esta cumbre, se quiere mercantilizar la naturaleza y que, con la creación de los bonos de carbono como antecedente, es posible que de Río + 20 surja, de manera similar, una “economía especulativa verde” en la que se establezcan precios a los recursos naturales de los países pobres, mientras las transnacionales de los ricos continúan incrementando los niveles de polución global en perjuicio, no solo de ellos mismos y de sus descendientes, sino de todos.

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