Principios de Bandung a propósito de la Cumbre de Los No Alineados

En abril de 1955, faltando solo meses para que se cumplieran diez años desde que se firmara la Carta de Naciones Unidas, documento consensual…

En abril de 1955, faltando solo meses para que se cumplieran diez años desde que se firmara la Carta de Naciones Unidas, documento consensual que sirve de tratado constitutivo de esa organización, se reunieron en Indonesia líderes de 29 países, la mayoría de ellos recién surgidos de procesos de descolonización e independencia, y firmaron  “la Declaración de Bandung” nombre atribuido en honor a la ciudad que sirvió de sede para dicho encuentro.

Ese documento, como la Carta de Naciones Unidas para la ONU, fue asimilado por esos Estados, autodenominados como Movimiento de Países No Alineados, como su carta magna, y se producía en la génesis de aquel conflicto ideológico y geopolítico mundial que luego fue denominado como “Guerra Fría” y que tenía como protagonistas antagónicos a la extinta Unión Soviética, por un lado, y a los Estados Unidos en el otro puntal.

Lo de “No Alineados” surgía justamente porque, basados en los principios (son diez) de la Declaración de Bandung, estos países decidían mantenerse neutrales y no comulgar con las acciones conflagratorias de ninguna de las dos superpotencias que mencioné anteriormente.

Hoy, cuando aquella guerra fría (actualmente se libran otras muy parecidas) es parte de un pasado que, aunque palmario, solo está presente en los anales de la historia; cuando ese pequeño grupo de 29 países ha crecido a ciento veinte miembros plenos y  dieciocho observadores – dos tercios de la matrícula de la ONU, de los cuales veintiséis miembros plenos y siete observadores son americanos, o sea, en nuestro continente solo no son parte Estados Unidos y Canadá- aun cuando ha desaparecido el bipolarismo internacional y a propósito de la celebración en Irán de la XVI Cumbre de Países Miembros, volver sobre los Principios de Bandung puede ser favorable a la salud de la comunidad internacional y al sistema de relaciones interestatales vigente.

Y es que leyéndolos reflexivamente, aunque son diez principios y mencionan elementos técnicos acerca de las relaciones entre los Estados, en resumen nos damos cuenta que propugnan abiertamente por la independencia política y soberana de los Estados, defienden la no intervención en los asuntos internos de los miembros de la comunidad internacional basados en la igualdad de los sujetos de derecho, predican la necesidad de la búsqueda de soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, condenan la ostentación y uso de la fuerza contra otros Estados, así como los actos de amenaza contra la integridad política y territorial de sus iguales y como corolario expone la obligatoriedad de observar el respeto por la justicia y por las obligaciones internacionales.

Nos damos cuenta entonces que, si estos son los lineamientos que según la Carta Magna de los Países No Alineados (NOA y MPNA) deben regir las relaciones interestatales, no existe pues diferencia alguna con la Carta de Naciones Unidas, muy por el contrario, son una especie de balaústre adicional a ésta y a la idea de crear un mundo en donde prime la paz y la defensa por la democracia en un entorno de igualdad por lo menos jurídica e hipotéticamente existencial.

La XVI Cumbre de los Países No Alineados se celebra desde ayer en Irán, y el hecho de que en la misma participe el secretario general de la ONU ha sido criticado fogosamente por los Estados Unidos e Israel -organismo del que Irán, igual que EE.UU e Israel, forma parte- aun cuando el mismo, en sus primeras declaraciones ha aprovechado para enrostrarle al país anfitrión las mismas cosas que querrían estos dos últimos, o sea, el tema del programa nuclear iraní instándole a que demuestre que son pacíficas sus intenciones y el caso de la amistad de Irán con Siria, país sumido en una gran crisis y cuyo desenlace podría dar lugar a un conflicto de dimensiones mayúsculas.

Escenarios ridículamente contrastantes  podrían surgir a partir de las exigencias que se le hacen a Irán en cuanto a su programa nuclear si se comparan con realidades ostensibles de otros Estados cuya posesión de material nuclear y armas de la misma especie, algunos ejemplares de las mismas, incluso, ya utilizadas, se pusieran sobre la mesa de discusión.
De lo que sí estamos seguros es de que los No Alineados, segundo organismo internacional más grande del mundo, aun cuando han cambiado los elementos y supuestos ideológicos del contexto histórico en el que nacieron, tienen hoy la posibilidad histórica de volver sobre los principios que le fundaron y pueden, siendo optimistas, rescatar aquella petición que le hiciese Mandela en la Cumbre de 1998: “atrevámonos a crear un nuevo mundo” y entre todos, hacerla realidad. l

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