Conflicto fronterizo con olor a petróleo

Hacer un análisis histórico con el objetivo de forjarnos una idea de a quién pertenecen por fin las islas que mantienen enfrentados…

Hacer un análisis histórico con el objetivo de forjarnos una idea de a quién pertenecen por fin las islas que mantienen enfrentados a Japón y a China es, simplemente, un ejercicio pueril.

Y no lo es porque carezca de importancia, sino porque esta discusión sobre la base de elementos históricos ha durado siglos, pues el tema de la propiedad de estas islas – cinco islotes y tres peñones específicamente- llamadas Senkaku en Japón y Diaoyou en China, no viene (como algunos piensan) desde el Tratado de Shimonoseki en 1895, mediante el cual China le entrego Taiwán y todas sus islas adyacentes, Liaodong y otras posesiones a Japón, sino que desde que se inicia la graficacion de los mares adyacentes al Este y Sudeste asiático, estas disputas están plasmadas en los mapas dependiendo del país al que perteneciera el geógrafo dibujante.

Ni el derecho de mar, cuyos parámetros modernos están contenidos básicamente en el Convenio de las Naciones Unidas sobre la materia, y que con antelación a este instrumento internacional estaba normado por principios consuetudinarios y convencionales entre los Estados y luego por las estipulaciones de las convenciones de Ginebra de 1958 y 1960 sobre Derecho de Mar,  ha podido resolver esa controversia y hoy, a solo días de celebrarse, este 25 de septiembre próximo, el 40 aniversario del establecimiento formal de relaciones diplomáticas entre Japón y China, el fantasma de los problemas fronterizos mantiene en un punto álgido sus relaciones.

Sin embargo, aun cuando esta disputa entre estos dos colosos data de varios siglos, sus vínculos comerciales se han mantenido en franco crecimiento en estas últimas décadas, pues la economía de uno está –por motivos geográficos incluso- atada a la del otro, llegando a ser Japón el principal socio económico de China y ésta, el segundo socio comercial del primero.  Sus intercambios culturales, sociales y políticos también han ido en aumento, al parecer, tratando desde ambos lados de enterrar los fantasmas de un pasado de guerras y soterrados rencores, en aras del progreso y crecimiento económico común.
Después de decir esto entonces, ¿cómo se explicaría este inusitado regreso a los conflictos y a las discusiones subidas de tono?

Existen muchos elementos que podríamos tomar en cuenta, independientemente de lo que pensemos en relación a la soberanía de esas islas que, dicho sea de paso, fueron entregadas voluntariamente a Japón en 1895 por el Tratado de Shimonoseki, las administró Estados Unidos después de la II Guerra Mundial hasta 1972, año en el cual, incluyéndolas en el Tratado de Cooperación y Seguridad Mutua vigente entre ambos países desde 1952, las devolvió a Japón, pero no podemos dejar pasar por alto algunas consideraciones.

Es innegable que en Japón, igual que en otros países de la zona que mantienen conflictos fronterizos con China, tales como Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunei y Rusia, están interesados en conservar viva la necesidad de solucionar estas disputas antes que ese país logre un poderío mayor en la zona y que, en el caso de no poder resolverlos en un corto plazo, mantener  a la comunidad internacional vigilante sobre el desenlace de ese conflicto. De ahí también se desprende la creciente carrera armamentista en toda la zona del sudeste asiático.

En China se hacen los aprestos para celebrar el XVIII del Partido Comunista Chino, una especie de elecciones monopartidistas, en las que se elegirán los líderes que gobernarán a ese país por una década. Esta oportunidad ha sido aprovechada para, con protestas y acciones subversivas contra empresas japonesas y con la revitalización del conflicto fronterizo, insuflarle al proceso eleccionario ribetes nacionalistas como señal de la política exterior que, como potencia, los ciudadanos chinos esperan que se lleve a cabo desde el Estado y desde el partido único en el poder.

Y paralelo a todos esos aspectos, coexiste uno no menos importante: en 1969 se determinó que la zona de las islas Senkaku o Diaoyou, es rica en recursos energéticos. Posterior a ese descubrimiento los precios internacionales del petróleo se desplomaron por lo que las islas no recibieron atención internacional alguna, sin embargo, hoy, cuando Japón pretende abandonar su dependencia de la energía nuclear a partir de la catástrofe en Fukushima; cuando la economía de China se ha desacelerado por los altos precios del petróleo y cuando los conflictos en Medio Oriente amenazan con dejar a medio mundo sin abastecimiento en cualquier momento, esta vieja disputa con intereses “subterráneos” vuelve a cobrar extrema vigencia.

Hay que recordar que los Estados Unidos mantienen un Tratado de Defensa Mutua – que ya mencioné más arriba- con Japón  desde 1952 y que en él se estipula que una agresión bélica a Japón necesariamente llevará a los Estados Unidos a defenderle como si fuese su territorio, y en ese contexto, hace tan solo unos días el secretario de defensa norteamericano, León Panetta, anunció la instalación de otro escudo antimisiles en Japón. De manera que, también este conflicto se enmarcaría en el esfuerzo yanqui de “contener” el ascenso chino en la zona y de crear una especie de equilibrio que le permita a Japón, que transporta por esa zona el 80% del petróleo que importa desde medio oriente, mantener la soberanía de estas islas y eventualmente tener el manejo de la explotación de sus recursos.
 
Este es un conflicto fronterizo de aquellos que, por ser entre dos países con características muy peculiares, su “solución” podría ser “no tener solución”.

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