Chávez y la integración más allá de Venezuela

El pasado fin de semana, Chávez, de regreso a Venezuela luego de estar en Cuba por asuntos médicos, ha “puesto orden en la casa”…

El pasado fin de semana, Chávez, de regreso a Venezuela luego de estar en Cuba por asuntos médicos, ha “puesto orden en la casa” como previsión a una posible ausencia definitiva suya a causa de la enfermedad que le aqueja.

Haciendo gala de su acostumbrada elocuencia, que en este caso tenía un ingrediente de mucho más solemnidad –casi la misma de cuando un padre prepara a sus hijos antes de marcharse hacia un viaje lejano y con pocas posibilidades de volver-  se reunió con sus ministros y con el alto mando militar; ascendió a un importante miembro de las fuerzas armadas y designó como su sucesor, haciéndole entrega de la “espada de Bolívar”, a Nicolás Maduro, para quien pidió todo el apoyo de su partido y de Venezuela en caso de que, “inhabilitado Chávez por la enfermedad”  no pudiese asumir la presidencia y tuvieren que celebrarse nuevas elecciones.

Por lo visto, en el caso lamentable de que “el comandante” faltase, todo está concebido para que Nicolás Maduro -quien deberá terminar el periodo si la falta definitiva del presidente se produjese antes de la toma de posesión del próximo 10 de enero, o si, no pudiendo Chávez tomar juramento, asumiese el gobierno provisional el presidente de la Asamblea Nacional para llamar a elecciones en los posteriores 30 días- sea favorecido con el voto popular convirtiéndose así en el presidente constitucional y sucesor legitimo de la revolución bolivariana y del chavismo en Venezuela.

De esta manera Chávez tendría un sucesor que, a nivel interno, continúe con las políticas implementadas por su gobierno dentro del marco del socialismo del siglo XXI en el cual se adscriben sus ejecutorias.

Ahora bien, en términos internacionales, aun cuando Maduro ha dado muestras de su férreo temple en momentos de turbulencia, aun cuando ha mostrado una impresionante capacidad de mediador y conciliador y aun cuando cuenta con un prestigio internacional indiscutible, ¿está preparado para asumir el papel que a nivel regional y mundial desempeña Chávez? Y aun mas, ¿tendría Maduro el arraigo necesario a nivel interno y en su propio partido para, con la “espada del libertador” en manos, enfrentar las “fuerzas del imperio”, mantener en marcha el motor del socialismo a nivel de Sudamérica y el Caribe y avanzar en el proceso de integración regional hacia donde encaminaba Chávez a Venezuela con la misma efectividad que mostraba éste en los últimos tiempos?

Indudablemente, Chávez es uno de los líderes políticos contemporáneos más carismáticos y de mayor trascendencia en América Latina y ese elemento –aun cuando Maduro es el hombre de mayor confianza de Hugo Chávez y dicen que de los hermanos Castro (por lo menos en Venezuela)- se convertiría en el principal obstáculo a un gobierno suyo, pues constantemente estaría expuesto a un “juicio social” de parte de los millones que a nivel interno de Venezuela  conciben al comandante como el sucesor de Bolívar y como su –aun cuando no me guste este término- “redentor”.

Debido a esto y a otros elementos, asumir la dirección del gobierno venezolano –sobre lo establecido por la constitución- para el hasta ahora vicepresidente y canciller Nicolás Maduro no será nada fácil, sin mencionar el sincretismo de intereses que, en su partido, solo Chávez mantenía a raya. Ojalá que Maduro nos sorprenda.

A nivel internacional, y volviendo sobre las interrogantes supracitadas, sustituir a Chávez aun será más difícil. Chávez es el creador de la “revolución bolivariana” y su lucha se basa en una ideología -socialismo del siglo XXI- concebida por  Heinz Dieterich Steffan,  pero traída por él a Latinoamérica desde el 2005. Siendo así, existe en la figura de Chávez a nivel regional un andamiaje ideológico que, por ser el primero en defender su revolución como un camino hacia ese tipo de socialismo moderno y llevar a cabo iniciativas concretas hacia ese fin, le confieren una especie de liderazgo mítico, siendo respetado aun por sus detractores.

Existe, sin embargo, en Latinoamérica otro presidente que, siguiendo la misma ideología socialista, ha creado en su país una “revolución ciudadana” basada en una refundación política, social, económica y hasta cultural del Estado, y que, abanderado de los procesos de integración regional, con un tono comedido y asumiendo este nuevo socialismo como una tendencia en la que las masas deben participar activamente, evitando las luchas de clases y el fundamentalismo político, lleva a su país hacia estadios de principalía a nivel regional y hasta global, se trata de Rafael Correa.

Ecuador lleva a cabo una política de relanzamiento del Estado como ente propulsor de políticas públicas a favor del ciudadano y muestra de esto es que en su constitución del 2008 introduce, como una novedad en Latinoamérica, el principio del buen vivir como el regreso sobre elementos que la idea del desarrollo -moderno como sinónimo de capacidad de gasto- ha hecho olvidar, en la que el Estado, se convierta en herramienta de garantía a los derechos fundamentales de los ciudadanos, tales como educación, salud, disfrute del tiempo libre, derecho a un sano hábitat, entre otras cosas.

Chávez podría tener pues en Correa, el continuador natural de estos procesos, pues con quizás una mejor mística que la “revolución bolivariana” de Venezuela, la denominada “revolución ciudadana” de Ecuador,  da pasos agigantados en la zona en cuanto a integración se refiere. Cuentan con la sede del UNASUR, promueve la formación del Banco Central del Sur, creadores de políticas y estructuras de apoyo al ALBA y al CELAC, y lleva a cabo iniciativas internas de tal calidad que más temprano que tarde colocará a  Ecuador –más allá de lo geográfico- en el mismo centro del globo.

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