Cada día la vida vale menos en nuestro país. Que alguien no me venga con el cuento de que el mal es universal, que ese ya me lo sé. Es nuestro país el que nos tiene que preocupar a todos y todas.
Es la integridad física suya y mía la que está en juego y es por eso que el mundo no nos tiene que envolver con sus desgracias para que no veamos la que se nos enreda en los pies.
Algo hay que hacer para frenar esta ola de crímenes que crece como bola de nieve cuesta abajo. Ya se suceden los crímenes como crónica de muerte anunciada, para recordar aquella obra del maestro Gabriel García Márquez. Todo el mundo sabía que a José Silvestre, en La Romana, lo iban a matar…Y lo mataron.
Aunque hasta esta columna han llegado informaciones sobre el posible móvil de su ejecución, en torno a su persona se debió montar una vigilancia especial por los intereses que este comunicador afectaba con sus denuncias públicas y por no hacerse nada, ya todos sabemos que fue raptado y ejecutado a plena luz del día. Ahora, después del palo dao, hay que esperar el éxito de las investigaciones para que los sicarios y jefes que pagaron para su asesinato sean apresados y llevados a la Justicia.
CON SERIEDAD
Al Estado dominicano le cuesta manejarse con meridiana seriedad en el caso de Silvestre, no solo porque se trató de la muerte cuasi anunciada de un comunicador, sino porque se trata de una ejecución típica de aquellos estadios azarosos que hunden hoy en el abismo de la inseguridad generalizada a naciones como México, donde la vida no vale nada, como dice el estribillo aquel del cancionero popular cubano, el admirado Pablo Milanés.
Es que a cada acto criminal de la delincuencia, sea común o del narcótráfico, el Estado tiene que darle por la cabeza, no solo apresando a los sicarios o mensajeros de la muerte, sino a sus tutores y padrinos que se esconden en su poder para mantener a perpetuidad sus atrocidades.
El Estado tiene la obligación de presentar a la opinión pública los resultados de investigaciones sobre asesinatos cometidos como retos públicos del crimen organizado contra ciudadanos o ciudadanas que han caído bajo las balas impunes de la delincuencia importada.
[email protected]