Vi a Chávez conciliar

Transcurría la tarde del 07 de marzo del 2008 y, aun dentro del moderno auditorio del Ministerio de Relaciones Exteriores, se sentía un ambiente de desagradable calor. Había pasado cerca de ocho horas desde que, en la mañana de ese día, el entonces&#

Transcurría la tarde del 07 de marzo del 2008 y, aun dentro del moderno auditorio del Ministerio de Relaciones Exteriores, se sentía un ambiente de desagradable calor. Había pasado cerca de ocho horas desde que, en la mañana de ese día, el entonces presidente de Guyana, Bharrat Jagdeo, abriera la ronda de discursos de los Jefes de Estado y de Gobierno que asistían a la XX Cumbre de Jefes de Estado del Grupo de Río que se celebraba en Santo Domingo.

Desde el 14 de febrero se habían iniciado las reuniones de delegados nacionales quienes se encargaban de afinar los detalles de la Cumbre que se produciría el siguiente mes y que, justamente frente al alza de los precios del petróleo, llevaría por tema: “Energía, Desastres Naturales y Desarrollo”, aspectos que, por la incursión del ejército colombiano en territorio de Ecuador, el 1ro de marzo, en un operativo contra las FARC, y que derivó en un conflicto de dimensión mayor entre estos dos países, no llegarían a desarrollarse plenamente en la cumbre.

Entre los asistentes a la cumbre estaban justamente Álvaro Uribe y Rafael Correa, a la sazón, presidente de Colombia y de Ecuador, respectivamente, quienes en sus exposiciones ante sus homólogos reivindicaban, el primero, el derecho de Colombia de perseguir a los miembros de las FARC como terroristas, y el segundo, su enérgica protesta por la violación por parte del ejército colombiano de la soberanía territorial ecuatoriana. Pero Colombia no solo acusaba a Ecuador de encubrir y proteger campamentos de las FARC, sino que acusaba a Hugo Chávez de enviarle a la guerrilla colombiana 300 millones de dólares y armamento para derrocar al presidente Uribe. Chávez no dudó en brindar su apoyo a Rafael Correa en su acusación contra Colombia ante la comunidad internacional y, 24 horas después de producirse la violación al territorio de Ecuador, ordenó el despliegue de tropas de tierra, mar y aire en sus 2216 km de frontera y le advirtió a Uribe, en alocución televisada, que cualquier violación parecida a la que se produjo con Ecuador sería asumida por Venezuela como “casus belli”, lo que desataría un conflicto bélico sin precedentes en la zona. En medio de ese ambiente de tensión transcurrían las ponencias de los presidentes, entre ellos, obviamente, sendos discursos de mutua acusación entre Álvaro Uribe y el agraviado Rafael Correa, mientras el ambiente subía de tono con el transcurso de las horas.

El entonces presidente Leonel Fernández, quien presidia la Cumbre, había llevado a cabo ya, con los presidentes envueltos en este conflicto, lo que el mismo luego llamaría de “diplomacia telefónica” en una especie de despliegue de buenos oficios tendentes a lograr por medios pacíficos una vía de avenencia que lograra disipar las diferencias y acercar a los países de la zona a un diálogo constructivo en pos de la paz y la concordia; sin embargo, no se vislumbraba aun una salida satisfactoria y todos los allí presentes y quienes seguían el desarrollo de la Cumbre por la televisión, aguardaban expectantes el discurso de Hugo Chávez. Hugo Chávez había surgido en la comunidad internacional en momentos en los que el mundo abandonaba la idea del Estado benefactor que regía el desenvolvimiento económico y social de la “década perdida” de los 80 y se adentraba en políticas neoliberales que, en vez de sanar heridas, agravaban las históricas injusticias sociales, las desigualdades y las exclusiones existentes ancestralmente en América Latina, las cuales se potenciaron alarmantemente en el último cuarto del siglo XX.

Frente a ese neoliberalismo que creaba grandes riquezas para pocas manos y arrancaba los exiguos recursos de los más necesitados había surgido Chávez, insurrecto, luchador incansable, quizás hasta un poco paranoico de su propia seguridad y receloso de cualquier amenaza contra su revolución bolivariana, que enfrentaba ese sistema y buscaba crear un equilibrio en la posesión de recursos y en la redistribución de los bienes del Estado… Chávez era en pocas palabras, un rebelde solidario.

Por estas razones, el mundo estaba acostumbrado a ver a un Chávez irreverente, desafiante, resuelto a enfrentar a la fuerza imperialista a la que adversó siempre abiertamente. Todos recordamos sus palabras ante la Asamblea de la ONU, refiriéndose a George Bush “… aquí huele a azufre… aquí estuvo el d…” o aquel episodio en el que maldecía a Israel: “desde lo más profundo de mi ser… maldigo… asesinos…”.

Sin embargo, cuando llegó su turno para hablar, Hugo Chávez mostro una nobleza sin precedentes y un amor por la paz y el entendimiento de los pueblos de América que, por el tono de sus palabras en los días anteriores, de seguro sorprendió a muchos. “…reflexionemos. Pongamos cabeza fría… Nos hemos dicho cien cosas… Bien, ¿vamos a seguir?…” Y continuaba Chávez: “busquemos el camino de la paz. Alejémonos de la posibilidad de más guerras…”. Incluso, en su discurso, hizo alusión a la canción de Miguel Hernández, inmortalizada por la melodiosa voz de Fernando Villalona “Quisqueya”.

“¿De quién es esa canción Leonel? (le preguntó al Presidente Fernández) y para sorpresa de todos, comenzó a cantar “…Quisqueya la tierra de mis amores, de suave brisa…”. De esa actitud conciliadora de Hugo Chávez y del trabajo magistral del presidente Fernández en su papel de mediador de ese conflicto, no solo se limaron asperezas y se allanó el camino de la concertación, sino que América Latina fue la gran vencedora, pues a raíz de ese roce las relaciones entre Venezuela, Ecuador y Colombia han dado un giro positivo y la ideología de una América independiente, “descolonizada” ha resultado fortalecida.

Sin duda alguna, Hugo Chávez, más que el petróleo, ha sido para Venezuela su “principal recurso energético” y para América Latina, un ente de mención obligatoria cuando se hable de integración, de solidaridad y de amor inmenso por la Patria Grande de Bolívar.

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