El tráfico ilegal de medicamentos, un negocio más lucrativo que vender cocaína

El mercado de medicamentos a nivel mundial es una de las actividades de mayor volumen de negocios que pueden existir, estamos hablando del movimiento en varios sentidos de aproximadamente 800 mil millones de dólares, constituyendo Estados Unidos el&#8230

El mercado de medicamentos a nivel mundial es una de las actividades de mayor volumen de negocios que pueden existir, estamos hablando del movimiento en varios sentidos de aproximadamente 800 mil millones de dólares, constituyendo Estados Unidos el 45% y América Latina un 10% de la producción, distribución y dispensación.

En los últimos años se han producido difíciles negociaciones por el tema de las patentes y exclusividad que reclaman las grandes multinacionales, poseedoras de los laboratorios de investigación, que experimentan y hacen posible el descubrimiento de nuevas sustancias, y  enfrentan  los derechos que reclaman los países emergentes, especialmente Brasil y la India, para tratar a los más pobres con los nuevos medicamentos que casi siempre están fuera del alcance de las economías en vías de desarrollo.

Se invierten aproximadamente 800 millones de dólares en la presentación de cada mezcla de sustancias que llega a las góndolas de las farmacias, pero el reclamo en disminución de precios y exclusividad se centra en que más del 70% por ciento de esta inversión proviene de dinero público, sobretodo en Estados Unidos, que es asignado a los laboratorios de investigación para las nuevas invenciones.

Esto de que hablamos es el negocio formal, porque el informal, que no es regulado por los gobiernos, e incluye enormes exportaciones de las llamadas sustancias “naturales”, la mayor parte de ellas producidas en China, especialmente medicamentos para adelgazar, fórmulas para la potencia sexual, multivitamínicos y los que llamamos ¨medicinas milagro¨, que sirven para todo y en realidad no sirven para nada, es un mercado que mueve miles de millones de dólares en todo el mundo.

Sin hablar de las falsificaciones, que según la OMS ocupa el 30% de todo el mercado, con engaño en la composición de las cápsulas, por ejemplo, sustitución de antibióticos por polvo talco para disminuir costo y estafar a los adquirientes.

La modalidad del re-etiquetado

Las casas productoras de medicamentos en todo el mundo, tienen la obligación legal de poner en un lugar visible del empaque la fecha de caducidad, que no es más que el límite donde se garantiza que la sustancia activa que lo compone tiene el efecto farmacológico esperado.

Esto se hace, porque en la experimentación y fabricación, ya se han estudiado las fronteras de tiempo en que un medicamento es eficaz y en caso de sobrepasar una fecha determinada disminuiría su actividad química, de modo que no se consigue el efecto esperado y en algunos casos podría causar daños a la salud de quien lo ingiere.

Existen reglas internacionales, que han sido incorporadas a la Ley 42-01 que es la Ley General de Salud en la República Dominicana y su reglamento de aplicación, que fue discutido y puesto en vigencia por un decreto presidencial.

El mecanismo de descarte es el siguiente: cualquier medicamento cuya fecha de caducidad esté a tres meses de cumplirse, debe ser devuelto por las farmacias a los representantes del producto o al fabricante nacional y estos a su vez deben proceder a certificar su incineración en el organismo regulador que es el Ministerio de Salud Pública, que en su condición de rector del sistema sanitario tiene la obligación legal de controlar la fabricación o importación, distribución y venta al público, tanto en los centros de salud y farmacias que tiene a su cargo, como en el sector privado.

En esta compleja red de regulación penetran las manos criminales que adquieren en algunas partes de la cadena los medicamentos ya vencidos y que van a ser descartados, por lo tanto económicamente no tienen valor, y con el simple hecho de cambiarles las etiquetas los devuelven a su valor original, un negocio más lucrativo que el vender drogas narcóticas.

La cadena económica

El órgano regulador de todo el sistema sanitario dominicano según la Ley General de Salud es el Ministerio de Salud Pública. Este tiene dos funciones: organizar la  provisión de salud colectiva y ser el rector del sistema.

La ley ordena que la provisión de servicios individuales de salud, esto es, hospitales, clínicas, unidades de primer nivel de atención laboratorios, farmacias, centros de diagnósticos, etcétera, sean organizados en una red pública y redes privadas, las cuales sean supervisadas y reguladas por el Ministerio.

A este paso, que sería el primero para la reforma estructural del sistema sanitario y adecuarlo a la ley, se le llama la separación de las funciones del Ministerio y hoy día, a 12 años ya de la promulgación de la ley, aún no se ha cumplido.

Entonces, mientras el Ministerio de Salud se afana en mantener un precario servicio hospitalario, el cual debería hace tiempo estar implementado por la Red Pública de Servicios de Salud, descuida su rol de rectoría y regulación, permitiendo distorsiones como las que se producen en el mercado farmacéutico dominicano.

En cualquier eslabón de la cadena de descarte puede producirse la venta de parte de personal inescrupuloso de medicamentos ya vencidos o a punto de vencerse.

Se podrían adquirir en la casa distribuidora o fabricante, que lo recibió como descarte y debe hacer un crédito a la farmacia que realizó la devolución; podrían venderse las muestras médicas que también están en la obligación de ser descartadas; también podrían desaparecerse en los almacenes de salud pública, donde deben ser revisadas e inventariadas antes de proceder a su incineración.

Una vez adquiridas, el proceso es muy simple, quitar etiquetas originales y sustituirlas por las de la distribuidora que hace el fraude, que previamente ha conseguido un registro sanitario para ese medicamento y solo tiene que cambiarle la etiqueta para hacerlo suyo y ponerlo en venta de nuevo.

Algo tan simple y sencillo como eso, produce miles de millones de pesos a los que lo realizan que no son pocos.

Una ciudad llena de violadores de la ley

El mejor ejemplo de lo que hablamos lo tenemos en las calles de la ciudad de Moca. Esta comunidad del centro del país, se ha convertido en la muestra  más clara de cómo se viola la ley en la República Dominicana, a la vista de todos y sin que nadie intervenga, ya que, la excusa de que son padres de familia envuelve a un mercado criminal.

Decimos criminal en dos vertientes, la primera, porque la violación de la Ley 42-01 en cuanto a la distribución y venta de medicinas de modo ilegal, es un crimen que es castigado en el código penal y conlleva penas de cárcel.

Y en segundo lugar, porque lo que se vende en Moca en zaguanes, marquesinas, colmados, mesas en la calle y casas de familia; son patentizados sin ningún tipo de control y sin garantía de calidad, ya que la ley dispone que los medicamentos sean dispensados en farmacias y bajo la supervisión de profesionales farmacéuticos, que por si no lo sabían, deben ser graduados de esa profesión en las aulas universitarias.

Así como se consiguen contratos millonarios en las licitaciones de Promese, en los cuáles los precios son un factor determinante para la adjudicación, también cientos de millones de pesos de medicamentos falsificados, muestras médicas y fórmulas de fechas vencidas son dispensados a la vista de todos en  Moca y varias ciudades del país, sin que nadie se atreva a ponerle el cascabel al gato.

Ojalá que el llamado de atención que se ha desatado en la prensa en los últimos días, no sea una alarma más, que quede silenciada  al pasar la fiebre mediática y el figurar en los medios nacionales.

Con este tema, solo hay que cumplir con la ley, ahí tiene el Ministerio de Salud y el Ministerio Público trabajo de sobra.

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