La excelencia en el ejercicio profesional

Desde los primeros años de nuestra infancia, nuestros padres nos envían a la escuela para aprender a hablar, a leer, a escribir, a pensar y a razonar de forma correcta, buscando una enseñanza de calidad que mañana nos habrá de transformar en…

Desde los primeros años de nuestra infancia, nuestros padres nos envían a la escuela para aprender a hablar, a leer, a escribir, a pensar y a razonar de forma correcta, buscando una enseñanza de calidad que mañana nos habrá de transformar en profesionales exitosos, integrantes de una familia exitosa y ciudadanos de un país exitoso.

Pero, por qué muchas veces, luego de cursar una carrera técnica o universitaria, no alcanzamos el éxito esperado, y entonces la frustración se adueña de nuestro corazón, y hasta llegamos a entender que el tiempo invertido en estudios y capacitación fue tiempo más que perdido en un gran zafacón, pues de repente nos encontramos ejerciendo una actividad rutinaria, donde los demás que la ejercen no tuvieron que hacer estudios, ni siquiera de escuela primaria.

Y es que la excelencia en el ejercicio de la profesión se logra a base de grandes esfuerzos de preparación, y una permanente actualización que le coloca en la cúspide de la profesión.

Comencemos transformando las escuelas primarias y secundarias, designando maestros de buena formación y de mucha vocación, para que nuestros niños aprendan a leer muy bien, a escribir muy bien, a hablar muy bien, a pensar muy bien y a razonar muy bien, poniendo siempre énfasis no en las cosas, sino en el porqué de las cosas.

Enseñemos a nuestros estudiantes de primaria y secundaria a investigar y a razonar, no a memorizar, pues quien investiga, lee, razona y saca sus propias conclusiones, jamás olvida lo investigado, lo leído, y lo aprendido, y de esa forma tendremos estudiantes universitarios con capacidad de ser grandes investigadores y grandes pensadores.

Debemos invertir parte del 4% del PIB en la formación de excelentes maestros, en lugar de preocuparnos simplemente por construir muchas aulas, pues estimamos que un 70% de la calidad de la educación depende de buenos maestros y el restante 30% de las facilidades del aula, los laboratorios y las meriendas. Un buen maestro enseña en un mes lo que los malos maestros no pueden enseñar en todo un año.

Sigamos con la transformación de la educación universitaria, donde la meta no es simplemente graduar muchos profesionales, sino graduar excelentes profesionales investigadores, que no es lo mismo, ya que cada día vemos que las universidades se empeñan en mostrar que han graduado miles de profesionales, pero cuando la sociedad hace la selección la cantidad se reduce a una mínima proporción.

Ahora viene la responsabilidad personal del profesional ya graduado, pues muchos de los jóvenes que se gradúan en las universidades entienden que luego de concluir sus estudios universitarios jamás deben abrir un buen libro de texto, jamás deben volver a un laboratorio de investigación, jamás deben estudiar ningún otro tema complementario, y para ser un buen profesional se necesita estudiar, estudiar y nunca dejar de estudiar.

El que aspira a ser un excelente profesional vuelve a leer permanentemente las cátedras de gramática elemental, los libros de matemáticas básicas, los libros de física clásica, los libros de química orgánica e inorgánica, los libros de ciencias naturales, ciencias sociales y ciencias jurídicas, los libros de economía e ingeniería económica, las revistas técnicas y científicas que nos traen los resultados de las más recientes investigaciones científicas relativas a nuestra disciplina profesional, así como los nuevos libros que traen innovaciones en el saber mundial. No importa que le llamen todólogo delirante, pues peor sería que le llamen ignorante.

Si queremos alcanzar la excelencia profesional para ayudar a mejorar nuestra vida social, nuestra familia y nuestro país, debemos transformar nuestras escuelas y nunca dejar de estudiar.

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