Promesas y ritos en agradecimiento a la Virgen de La Altagracia

Los fieles y devotos de la Virgen de La Altagracia veneran y agradecen los favores que recibieron de su protectora durante el año.

Los fieles y devotos de la Virgen de La Altagracia veneran y agradecen los favores que recibieron de su protectora durante el año. De rodillas, con velones encendidos, flores y rosarios profesan su fe, la cual exhiben cada año en La Basílica de Higüey, ubicada en la ciudad que lleva su nombre, en la región Este del país.

Peregrinos de todas las provincias acuden a Higüey para cumplir las promesas hechas a Nuestra Señora de La Altagracia, a cambio de los favores recibos.
A esta celebración también se unen personas de países, tales como Curazao, Puerto Rico, Aruba, Venezuela y Haití, quienes vienen a República Dominicana para rendir pleitesía a su protectora.

El próximo martes 21, sus fieles seguidores podrán disfrutar en La Basílica de Higüey del habitual “concierto altagraciano”, en esta ocasión, en su XVI edición, que contará con la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro Molina, y la soprano Nathalie Peña-Comas.

El folclorista y sociólogo Dagoberto Tejeda Ortiz dice que “la Virgen de La Altagracia es en la actualidad la versión de la Virgen más popular en el pueblo dominicano.

Para la mayoría de los dominicanos, principalmente los católicos, es la madre espiritual y su patrona.

Durante años, de todos los rincones del país había peregrinos que iban a pies desde sus hogares hasta La Basílica, sin importar la distancia.

Explica que todavía hay algunos que lo hacen y que en la noche del 20 de enero, los peregrinos que llegan a Higüey, y en los alrededores de la basílica rezan, invocan a la Virgen, cantan salves y tocan palos o atabales hasta las primeras horas de la mañana cuando comienzan las misas y la gran celebración.

Destaca que es común ver muchos creyentes que como promesa llevan imágenes elaboradas en cera, similares a los órganos del cuerpo humano que fueron curados por la Virgen.

El culto a la Virgen de La Altagracia es tan popular en el país, que en guaguas del transporte público, en casas, calles y avenidas, en collares, medallas, anillos y pinturas en las paredes, se exhiben réplica de su imagen ya que es considerada la patrona del pueblo dominicano.

Altagracia es un nombre propio femenino, de origen latino en su variante en español y su significado es el equivalente a la palabra homónima, “alta gracia”, gracia elevada”.

En esta isla caribeña cuando se hace referencia a la Virgen de La Altagracia, se habla de la Madre Protectora y Espiritual de la República Dominicana.

Origen

El folclorista Dagoberto Tejeda Ortiz explica que en lo concerniente al origen de la Virgen de la Altagracia en República Dominicana existen cuatro versiones diferentes, tres de las cuales son de carácter histórico y una de la oralidad, propia de la tradición.

Tejeda Ortiz dice que el canónigo Luis Gerónimo Alcocer, en 1650, le atribuye el origen de la Virgen de La Altagracia entre nosotros a la imagen traída por los hermanos Antonio y Alonso Trejo de la Villa de Placencia, Extremadura, en España, la cual fue colocada originalmente en una ermita de cana con tablas de palma en 1572 en la comunidad de Higüey. 

Comenta que la segunda versión fue elaborada por Fray Cipriano de Utrera, en 1933, la cual fue traída desde Manzanares, España, por un religioso que la llevó a la zona de Higüey.

La tercera versión es de autoría del investigador Bernardo Vega, basado en un documento jesuita, atribuido por él al padre Francisco Cortes, en el cual un padre higüeyano que fue a España y, a solicitud de una de sus hijas, trajo la imagen de la Virgen de La Altagracia.

La otra versión, fruto de la oralidad, recogida por Juan Elías Moscoso, sustenta la creencia de que dos niñas higüeyanas, ante un viaje de su padre a la ciudad de Santo Domingo, le encomendaron que les traiga una imagen de la Virgen de La Altagracia. No la encontró en Santo Domingo y en el camino de regreso, reposando en una pensión, se le apareció un anciano de repente y le entregó un cuadro con la imagen de La Altagracia y este se la entregó a las niñas a su llegada, siendo luego colocada en un altar en el rústico templo del pueblo.
Aunque el patrono primario de Higüey es San Dionisio, la Virgen de La Altagracia se convirtió en su patrona, con seguidores originalmente en toda la región y luego en todo el país.

Construcción de la Basilica

Según declara el folclorista y sociólogo Dagoberto Tejeda Ortiz, monseñor Eliseo Pérez Sánchez lanzó la idea, en 1943, de construir una basílica en Higüey para conmemorar, en 1944, el centenario de la República Dominicana.

La idea fue acogida y aprobada posteriormente en 1947 por el Congreso Nacional, por lo que se convocó a un concurso internacional para su construcción, resultando ganadores los franceses Andrés Jacques Dunoyer de Segonzac y Pierre Dupré, entre 40 participantes.

Ocho años después, en 1954, fueron iniciados los trabajos de la Basílica, los cuales concluyeron el 21 de enero de 1971 a un costo de cinco millones de pesos, la cual fue inaugurada por el presidente Joaquín Balaguer.

Tejera Ortiz cuenta que este proceso de construcción asumió una dimensión política por la difusión e importancia, para explotar la fe religiosa del pueblo por la dictadura trujillista.

La protectora del pueblo dominicano

El 21 de enero fue establecido por el Gobierno dominicano como el día de Nuestra Señora de La Altagracia en el año 1924, aunque ya anteriormente la Iglesia lo había declarado como el día del precepto para los católicos criollos.

Se dice que en la Batalla de la Limonade un 21 de enero de 1691 entre franceses y españoles, los macheteros de las comunidades de El Seibo y de Higüey, en un momento dado del enfrentamiento bélico, invocaron a la Virgen de Higüey, tomaron fuerzas y con esto consiguieron la victoria, según la versión de muchos de sus protagonistas.  En honor de este acontecimiento fue consagrado ese día a la Virgen de La Altagracia.

De igual forma, según Dagoberto Tejeda, en los centros espiritistas, para el 20 de enero en las velaciones y nochevelas, aparece la figura de Alaíla la Metresa, la ahijada de La Altagracia, que es una imagen de ternura y amor, cuyos colores simbólicos son el rojo, el blanco y el azul, como su traje.

Creencia
Es común ver en La Basílica que muchas personas van descalzas y caminan a pies desde sus hogares para cumplir promesas”.

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