Un espacio cultural olvidado

Aveces nos preguntamos, ¿a qué se le puede llamar patrimonio cultural? Por lo regular, cuando se formula esta pregunta se suele pensar en lugares específicos, como por ejemplo, en ciudades con un importante historial de hechos que marcaron un antes&#82

Aveces nos preguntamos, ¿a qué se le puede llamar patrimonio cultural? Por lo regular, cuando se formula esta pregunta se suele pensar en lugares específicos, como por ejemplo, en ciudades con un importante historial de hechos que marcaron un antes y un después en la humanidad; paisajes y grandes monumentos.

También se pueden considerar patrimonios culturales las artesanías, las obras de arte, eventos conmemorativos a una fecha en particular, ritos y creencias; al igual que  la danza, la música y los idiomas. Los museos, también son catalogados como patrimonio cultural, y adquieren un “estatus” especial, pues son los espacios donde mejor se pueden ilustrar las actividades del ser humano y su desarrollo, ya que allí se  conserva, se estudia y se expone lo que se podría llamar el “ADN” de nuestro pasado. Por lo regular, los museos suelen ser magnas edificaciones que se erigen en las principales ciudades de una nación para promover la historia, la ciencia y la cultura. Sin embargo, en el suroeste de la República Dominicana, en la comunidad  Los Ríos, provincia Bahoruco, se encuentra el Museo Rural, un rincón cultural escondido y olvidado.

Más que un museo, por su fachada, éste parece una tradicional casa de pueblo, la cual está hecha en madera y pintada con colores alegres.

Pero es más que eso. Es un espacio que tiene la intención de mantenerse en pie a pesar de la indiferencia de las instituciones públicas y privadas. Es una entidad, que existe por el interés de quienes entienden su valor, tanto para el país como para los que habitan en el lejano pueblo.

Cuando un grupo de personas se deciden a hacer turismo interno para descubrir todo aquello que pertenece a su país de origen, en este caso la República Dominicana, se siente emoción. Coger carretera y disfrutar de la belleza natural, de la gastronómica del campo y de la gente sencilla y amable, hacen que el recorrido sea aún más inolvidable.

Pero cuando a la experiencia se le suma el llegar a un poblado, donde a pesar de las carencias, tratan de tener un espacio para mantener vivo el acervo cultural es todavía más enriquecedor, como es el caso del Museo Rural de la comunidad de Los Ríos, en la provincia Bahoruco.

Este espacio, una idea concebida por el fenecido artista dominicano Silvano Lora, tiene como objetivo de ser un ente promotor cultural. Lamentablemente, el esfuerzo realizado por Lora y por Pedro Méndez, quien la dirige desde el 1984, se pierde entre las cuatro paredes carcomidas que conforman el lugar, el polvo y el olvido.

Dentro de las piezas que allí se exhiben, en cuatro paredes de madera y un techo de cana, se encuentra un cocodrilo disecado (llevado por Silvano Lora), como representación de la fauna del lugar. También puedes encontrar radios, molino de café manual, planchas a carbón y máquinas de coser antiguas, artefactos que a simple vista no captan mucho interés, pero que son una muestra de la evolución de las comunicaciones y de los objetos de trabajo.

En un rincón se puede apreciar una colección de libros apilados en dos libreros destartalados sin ningún tipo de clasificación.

Además de esto, se muestra una cafetera de las que los abuelos usaban cuando eran niños, cuya pieza principal es un trozo de tela que se usaba como colador.

Una bala de cañón también forma parte de la curiosa colección que allí se muestra, además de algunos artículos de rtesanías, piezas de una cama de caoba y unos cuantos cuadros completan la colección del museo, la cual ha sido donada por artistas plásticos y miembros de la comunidad.

Por amor a la cultura

Este es un aporte que hacemos con entrega a la comunidad, pero lamentablemente no constamos con apoyo de nadie. Silvano quiso que tuviéramos este lugar para promover la cultura. Nosotros hacemos lo que podemos”, comenta Pedro Méndez, un vigoroso y afable anciano, cuyo interés por mantener vivo este patrimonio cultural ha heredado su hijo Nino Méndez.

Ambos hombres, de trato campechano, buscan mantener viva la cultura de su tierra con pocos recursos, pues solo cuentan con buenas intenciones. “Nosotros no pedimos mucho. Solo que nos tomen en cuenta y que vean lo importante de este lugar”, comenta Nino, quien dice que las puertas del Museo Rural están abiertas al público los fines de semanas, pero que si se da una vuelta de lunes a viernes y lo mandan a llamar, con gusto le muestra las instalaciones.

Otro aspecto que destaca del museo es el área infantil que tiene en el patio, la cual fue donada por la Asociación de Rieros Ausentes, en el 2006, para la sana recreación y es una forma de acercar a los más pequeños a las actividades artísticas culturales, ya que en ocasiones se realizan talleres y concurso de pintura en los que pueden participar.

Una comunidad unida por la cultura

La casa que ahora es el museo no es la original. Esta se adquirió en el 1991, con un esfuerzo de los miembros de la comunidad, motivados por Lora, con el fin de que los niños, jóvenes y adultos de la zona cuenten con un espacio de esparcimiento cultural.

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