La tragedia de Harlem

Los neoyorkinos están más que sorprendidos, preocupados. La tragedia de Harlem, que hasta este momento ha causado la muerte de 8 personas y más de 80 permanecen internos en hospitales, muchos de ellos graves,  obliga a reflexionar sobre la realidad&#8

Los neoyorkinos están más que sorprendidos, preocupados. La tragedia de Harlem, que hasta este momento ha causado la muerte de 8 personas y más de 80 permanecen internos en hospitales, muchos de ellos graves,  obliga a reflexionar sobre la realidad de las viviendas y apartamentos inseguros de Nueva York. Lo que vecinos de Harlem han definido como una especie de 9-11, el atentado que derribó las Torres Gemelas en el 2001, obliga a las autoridades a reenfocar su política hacia las viviendas y apartamentos peligrosos. Una investigación federal está en curso, para establecer las causas reales y específicas  de la tragedia. Hasta ahora se habla de un escape en las tuberías de gas como la causa del lamentable y trágico suceso, ocurrido en dos edificios con más de 100 años de existencia.

La vulnerabilidad de muchos edificios de apartamentos de Nueva York, en condiciones similares o peores a los edificios 1044 y 1046 de Park Avenue esquina calle 116, en Harlem, es una realidad que reta a todo el liderazgo político, comenzando por el nuevo alcalde Bill Blasio. El caso de Harlem puede repetirse en Washington Heights y en cualquier otro barrio de Nueva York. Es evidente que la ciudad tiene muchos edificios y apartamentos que más bien parecen ruinas y que no resisten una inspección fuerte. Lo que demandan las circunstancias es una demolición masiva, eso sería lo ideal. Obviamente esas estructuras ya no responden a las necesidades de nuestros tiempos. No es posible dejar que el tiempo corra y esperar que otra tragedia produzca una voz de alarma.

Es imperativo que como en el caso de Harlem haya edificios inhabitables, que pudieran ser declarados peligro público, por sus características inservibles. La prioridad debería ser enfocarse ahí. No en la inversión total de los 47,000 millones de dólares que, según las autoridades, implica enfrentar y resolver el problema de las tuberías de gas y los escapes. En campaña, los políticos prometen de todo, ya en el poder la cosa cambia. El colmo de muchos oficiales electos es que ofrecen vivienda asequible, vale decir, barata. Y bajar la renta. Ningún político ha logrado bajar la renta a nadie en Nueva York. Ese negocio lo regula la oferta y la demanda, como todo producto en el mercado de libre comercio.  Eso es pura politiquería para comprometer el voto de la gente.

El casero no come cuento con su plata. Todo el mundo tiene que pagar la renta o exponerse al desalojo con la Corte. A menos que sea renta controlada, hay que asumir cada año los aumentos sustanciales del casero. No es posible entonces que haya edificios en condiciones tan críticas. Pagar renta para arriesgar la vida suya y de su familia no parece sensato. Los edificios que no resisten la más mínima inspección de la ciudad deberían desaparecer ya, y que la ciudad obligue al casero a la reconstrucción total. Las infraestructuras peligrosas que amenazan la vida de mucha gente no pueden estar sometidas a discusión ninguna. No deberíamos esperar que ocurra otra tragedia tan terrible como la de Harlem.

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