El papa Francisco y la desinformación

Hace días el papa Francisco expresó que los peores pecados de los medios de comunicación son la calumnia, la difamación, pero sobre todo, la desinformación, que es el decir las cosas a medias, lo que no permite a quien ve la televisión u oye…

Hace días el papa Francisco expresó que los peores pecados de los medios de comunicación son la calumnia, la difamación, pero sobre todo, la desinformación, que es el decir las cosas a medias, lo que no permite a quien ve la televisión u oye la radio (o lee una noticia) hacerse un juicio de valor porque no tiene elementos, nadie se los ha dado.

He pensado mucho en esas reflexiones, que sin dudas continúan enriqueciendo las enseñanzas sociales de la Iglesia Católica. Observo con qué facilidad se dice o escribe algo solo con el objetivo de intentar dañar reputaciones, de chantajear, de hacerse el gracioso con alguien, donde la verdad es lo que menos importa. Otros son ligeros y no investigan lo que manifiestan.

Y lo lamentable es que en ocasiones lo mejor que hace el agraviado es guardar silencio, no por cobardía, sino por prudencia, a sabiendas de que el poco o mucho perjuicio ocasionado apenas el tiempo lo borrará, y que basta con tener la conciencia tranquila para seguir adelante, venciendo las iniquidades.

En términos particulares y familiares he vivido y en momentos sufrido estas tergiversaciones en algunos medios, reconociendo que la mayoría son respetuosos. Y aunque uno no se acostumbra fácil a ello, hay que hacerlo y tomarlo con calma, sin que esto sea razón para dejar de seguir luchando por lo que creemos, que a veces el fin del que ataca es desmotivarnos.

De algún modo también soy parte del complejo mundo de la comunicación. Alguien me preguntó qué era lo que más me perturbaba cuando escribía. Sin pensarlo dos veces le respondí: me atormenta la idea de proferir embustes y de ser injusto con alguien, de que mis palabras destruyan y no construyan, que eso no me dejaría dormir, aunque lo haya hecho de buena fe.

Para escribir –proseguí- hay que ser valiente y decente, lo que en ocasiones no es sencillo combinar. De todas maneras, el escritor comprometido defiende con coraje “su verdad” y es humilde para admitir sus errores y limitaciones. “Nuestra verdad” nos hace libres en la medida en que la damos a conocer aferrándonos a la moral universal y al respeto a la dignidad del otro.

Por ello, si dudo de que lo que pretendo escribir sea realmente cierto, mejor no lo hago y busco otro tema. Eso lo aprendí del padre Ramón Dubert, ese gran jesuita promotor de la verdad y del servicio, que dejó huellas imborrables en Santiago y en el país.

Me solidarizo con todos aquellos que han sido heridos por el látigo de la calumnia y la espada del desenfreno cuando de información se trata. El papa Francisco habló claro.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas