Voluntad y amparo

Hay quienes sostienen que tenemos más leyes de las necesarias. Con ese parecer comulgan hasta especialistas del Derecho.

Hay quienes sostienen que tenemos más leyes de las necesarias. Con ese parecer comulgan hasta especialistas del Derecho. Muchas no se cumplen, y pasan a ser letra muerta. Otras, simplemente, son desconocidas por la mayoría de los ciudadanos y hasta por la autoridad.

Lo peor de todo es cuando los ciudadanos recurren a leyes que les garantizan ciertos derechos y quedan frustrados porque los tribunales ni siquiera llegan a conocer sus reclamos, y caen en lo que el presidente de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) bien ha definido como “mora judicial”.

Es lo que ha puesto en el tapete la reportera Julia Ramírez, al revelar que una garantía como es la acción de amparo, que ya tiene rango constitucional, no cumple su cometido por  inacción de los tribunales.

La causa principal que se invoca para desconocer ese derecho es la saturación que tienen los jueces y la falta de recursos del Poder Judicial para crear los tribunales para atender las demandas.

Podría comprenderse que la carga de trabajo dificulte a los magistrados el cumplimiento de la ley o un mandato constitucional, pero la realidad es que la acción de amparo está concebida para ser atendida de inmediato y su incumplimiento no se puede explicar en la falta de recursos.

Más entendible sería razonar que la lentitud con que se maneja un reclamo que por su naturaleza se tipifica como de protección inmediata se debe en realidad a una falta de concentración de los magistrados en materias tan sensibles como los derechos de las personas.

Habría que pensar en la debilidad que todavía acusa en la cultura nacional el profundo sentido de la ley y de los imperativos de la Constitución. En el caso de los jueces es simplemente impensable. Necesariamente habría que reconocer las limitaciones materiales que acusa el aparato judicial.

Pero falta voluntad y un mayor empoderamiento del valor garantista contenido en las normas que nos hemos dado, y nadie más llamado a hacerlo que los jueces de la República, con sentido de oportunidad.

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