Mis viejos

Ayer, 13 de abril, se cumplió el primer año de la partida de mi madre, María Crescencia de la Rosa, a quien todos amamos y conocíamos más como Doña Chicha. Ya tan sólo 9 días antes, el día 4, se cumplieron 10 años de la ida de mi padre,…

Ayer, 13 de abril, se cumplió el primer año de la partida de mi madre, María Crescencia de la Rosa, a quien todos amamos y conocíamos más como Doña Chicha. Ya tan sólo 9 días antes, el día 4, se cumplieron 10 años de la ida de mi padre, Vidal Hernández Guillén. Yo fui hijo único de ambos, y como tal, casi no termino de asimilar que ya no están conmigo, aunque me reconforta saber que los dos han de estar descansando en paz. A mi vieja me la imagino aún “actualizándome” de las informaciones del día, vistas y analizadas desde su perspectiva revolucionaria, con sus relatos de episodios adobados con su rol de testigo ocular, la interpretación de sus sueños en premoniciones para el presente y el futuro, sus mimos con besos y abrazos para mí, que lo era todo para ella, y su amor infatigable por la lectura, aún cuando con el paso de los años el glaucoma hizo de las suyas para fuñirle ese que fue uno de sus vicios. Al viejo lo recuerdo a cada momento con su ejemplo de laboriosidad, que me empeño en asumir, con su orgullo notorio por mi superación personal y profesional, por su humildad y su rectitud, gracias a lo cual toda su descendencia acumuló disciplina y estilo de vida. Ambos siempre han de estar marcando mis pasos. Paz en la eternidad para mis viejitos, de quienes creo han de enorgullecerse en el más allá de cómo actúo, de lo que hago, y cómo lo hago, tal como ambos me enseñaron…

¡Qué ameno!

La verdad es que mi buen y viejo amigo Héctor Guzmán es una persona muy amena. Su insistencia en presentar a Hipólito Mejía como lo mejor de la bolita del mundo para ser candidato presidencial -¡¿pero otra vez?!- en los comicios para mayo de 2016 es lo que se llama una amenidad. Con todo el respeto que me merecen mi amigo Héctor y el presidente Mejía, es preferible reservarse ese tipo de pronunciamiento, hasta en beneficio de la causa a la que ellos se han abrazado, y para que no se interprete que es inexistente el liderazgo emergente en ese litoral. Lo mucho hasta Dios lo ve, dice el pueblo…

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