No hay peor ciego

Uno de los problemas que más han afectado nuestro desarrollo es la falta de definición de políticas y su cabal ejecución, acompañado del hecho de que en la mayoría de los casos las decisiones de Estado no se toman como tal, sino por discrecionalidad

Uno de los problemas que más han afectado nuestro desarrollo es la falta de definición de políticas y su cabal ejecución, acompañado del hecho de que en la mayoría de los casos las decisiones de Estado no se toman como tal, sino por discrecionalidad de los funcionarios de turno.Culturalmente somos cortoplacistas, acostumbrados a vivir un eterno verano que no nos obliga a planificar las inclemencias del invierno. Nuestras autoridades, que están llamadas a ser los modelos que guíen las acciones del pueblo, son las primeras que fomentan estos comportamientos, tildando muchas veces de pesimistas a los que advierten los peligros que acechan e invitando a través de sus propias ejecutorias a vivir el presente sin pensar en el futuro.

Tenemos de frente varios ejemplos patéticos que evidencian qué ocurre cuando las decisiones se toman irracionalmente sin escuchar el sentir de voces autorizadas de la sociedad. Uno de ellos es el fracaso de la República Dominicana en su integración comercial. Nuestros políticos creían que con firmar los tratados de libre comercio bastaba para que el país se insertara en la economía global, ya que nunca han entendido que los obstáculos para hacer negocios en el país son reales, y por tanto no han hecho nada para eliminarlos.

Por el contrario, han apostado a aumentar los impuestos y tasas, para manejar cada vez más recursos sin los debidos controles propiciando niveles cada vez más altos de corrupción, provocando que cada vez haya menos empresas formales, y que dentro de las mismas haya cada vez menor porcentaje de manufactura y de inversión dominicana. Y es que parecen entender que la forma de reducir la pobreza es mediante el asistencialismo del Estado y no de generar riqueza a través del sector privado como motor de la economía.

La crisis que viven actualmente la mayoría de los países desarrollados, especialmente los de Europa, sigue siendo vista como algo lejano y ajeno. Las insostenibles regulaciones laborales, los déficits inmanejables creados por abuso en el gasto, el excesivo financiamiento; parece que no han sido suficiente para provocar un cambio de ruta.

Mientras en Francia y otros países se debaten reformas territoriales para reducir el número de regiones, nosotros seguimos esquivando tomar decisiones importantes para reducir un aparato estatal tan grande como ineficiente, en el que se dan inusitados contrastes entre instituciones que tienen dinero para malgastar en propagandas de las imágenes de sus autoritarios dirigentes y otras que no tienen siquiera para cumplir con sus más elementales deberes.

Lo peor es que no nos damos cuenta de que lo que sucede fuera de aquí podría pasarnos a nosotros mañana. Basta con observar cuán duras han sido las consecuencias para España por no haber tomado las decisiones necesarias a tiempo y no haber frenado el despilfarro de recursos, o el caso de nuestro vecino Puerto Rico, cuyas emisiones excesivas de bonos del gobierno provocaron que hoy estén declarados como basura.

Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ojalá dejemos de taparnos los ojos para no ver el sol, para que podamos advertir los riesgos del camino, sin llegar al precipicio.

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