De corrupción y mitología

Los denodados esfuerzos de evitar la investigación de todos aquellos que han sido denunciados por actos de corrupción y de esa manera garantizar el régimen de impunidad, rayan en la exageración. Las acciones desesperadas del poder político y…

Los denodados esfuerzos de evitar la investigación de todos aquellos que han sido denunciados por actos de corrupción y de esa manera garantizar el régimen de impunidad, rayan en la exageración. Las acciones desesperadas del poder político y de las instituciones a su servicio, dan la razón a aquellos que han comparado la corrupción con la Hidra de Lerna, aquel monstruo acuático con múltiples cabezas de la mitología griega. Como aquella serpiente mitológica, la impunidad es policefálica, con la característica de que si se corta una de sus cabezas (mecanismos de funcionamiento), aparecen otras para garantizar la protección de los que abusan de los recursos públicos.

El control político de la Justicia ha sido un medio idóneo para garantizar que ésta no actúe en la persecución de la corrupción. La reforma del Poder Judicial y el Estatuto de Ministerio Público se han quedado en simples cambios cosméticos.
En la práctica, no se cuenta con un sistema judicial autónomo en capacidad de investigar con imparcialidad los delitos de quienes ostentan el poder. La forma en que fueron designadas las Altas Cortes es una prueba de la repartición política de la Justicia. Pero esto por sí solo no es suficiente, el régimen corrupto requiere de mayores garantías (¿otras cabezas?), como la dependencia e ineficiencia de los órganos de control en el ejercicio de sus funciones de fiscalización.

Si lo anterior falla, la impunidad tiene de su parte a un Poder Legislativo, entrampado en el círculo vicioso de la corrupción a través del barrilito y la repartición, presto a llevar a cabo las contrarreformas que sean necesarias para proteger a los desfalcadores del Estado. Por esa razón, no es de extrañar la reforma al Código Procesal Penal, eliminando el derecho de los ciudadanos a la querella contra los funcionarios corruptos. Aunque la ley fue observada por el Presidente, esta idea no ha sido abandonada y ahora se apuesta al recurso del Tribunal Constitucional.

Todo este andamiaje puede que no sea suficiente para los prevaricadores, sobre todo si existe una fiscal dispuesta a investigar las querellas de corrupción. En tal sentido, se recurre a la presión, al descrédito, a la designación de jueces complacientes, en fin, a cualquier medio que pueda garantizar la impunidad. Las múltiples formas de corrupción y su complejidad, sugieren que es al pueblo al que le corresponde, como a Hércules en la mitología, cortar a la vez todas y cada una de las cabezas de la serpiente de la corrupción, quemando a través de la protesta sus muñones, para que éstas no puedan brotar de nuevo.

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