Lo más cerca que ha estado el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) de lograr un entendimiento interno fue cuando Miguel Vargas e Hipólito Mejía “palabrearon” lo que habría de llamarse el “pacto de Lomas Linda”. Pero ese acuerdo se frustró, como ha ocurrido con todos los demás intentos que se han realizado antes y después de aquella reunión, en la casa de José Miguel Soto Jiménez. Cada vez se alejan más las posibilidades de un arreglo que se traduzca en la reunificación del partido blanco. A estas alturas, hasta el perredeísta más optimista se habrá convencido de ello. Las diferencias de Mejía y Vargas lucen insalvables, y ni hablar de la tercera figura, que según las encuestas es ahora mismo la primera. Ahí el asunto es peor, ya que el “antimiguelismo” de Luis Abinader es aún más acentuado. Sin embargo, aunque la división es inminente, hay una fórmula que se maneja que garantizaría la unidad, ya no del PRD, pero sí de los perredeístas…
La propuesta
Se habla, todavía informalmente, de la posibilidad de un acuerdo parcial entre el PRD institucional, y el PRD Mayoritario, con miras a las elecciones del 2016. Estarían “separados arriba, pero unidos abajo”. Es decir, el partido blanco llevaría su candidato presidencial, que todo indica que sería Vargas, mientras los disidentes llevarían a Mejía o a Abinader encabezando la boleta de la Convergencia. En tanto, a nivel de cargos congresuales y municipales, ambos sectores presentarían candidaturas comunes. La propuesta, que fue hecha por primera vez, al menos públicamente, por Tony Peña Guaba, ha comenzado a verse como la única esperanza de que los perredeístas compitan con posibilidades en el 16. Sobre todo si además se incluye el compromiso de que, en una eventual segunda vuelta, el grupo derrotado apoye al candidato presidencial del sector que haya calificado para esa segunda ronda de votaciones. Sería una especie de divorcio primero, y matrimonio después…
