Racional o razonable

Los economistas asumen que somos racionales: exploramos minuciosamente cada alternativa y elegimos la que más “conviene”.

Los economistas asumen que somos racionales: exploramos minuciosamente cada alternativa y elegimos la que más “conviene”. Y cuando deja de “convenir” la soltamos por una más “prometedora”. Esta forma de pensar ha sido criticada por la infelicidad que provoca cuando se sale del “estricto mundo económico” e invade otras áreas de la vida.

En el caso de las relaciones, se considera que nos ha hecho “crueles” y ocasionado mucho sufrimiento. Y se dice, por ejemplo, que para los compromisos vitales, sería mejor olvidarse de la “racionalidad” y ser más bien “razonables”. Que sería mucho más sano y sabio prestar atención leal al pasado y continuar con la pareja de toda una vida y los hijos “producidos”, que andar comparando alternativas por ahí.

También se critica al pensamiento económico por sobrestimar el rol de los precios como indicadores de valor. Oscar Wilde decía que existen cosas que tienen valor precisamente porque carecen de precio. Es el caso del que hereda la casa familiar que ha sido testigo de su juventud. Una vez tasada, la ve salir de su vida y perder su alma.

Y es que las personas tienden a darle más valor a lo que poseen, por el simple hecho de poseerlo. Y esto las hace más estables y satisfechas. El pretender asignarle un precio a todo hace que esto se pierda y que se entre en competencia con otros. Aparecen las odiosas comparaciones y la peligrosa envidia.

Influenciados por la “concepción económica”, mercadólogos y publicistas nos convencieron además de que nuestras vidas eran grises y “de segunda” si no consumíamos más. Y nos llenaron de “alternativas”. La catedrática Renata Salect entiende que como resultado vivimos más agobiados y ansiosos. Que en ese sentido “más variedad es menos felicidad” (intente elegir un color de pintalabios o un perfume, entre todas las posibilidades que existen, a ver si es esto cierto).

El problema es determinar dónde acaba el terreno de lo racional y dónde empieza lo razonable. Cuándo decidir en términos de precios e incentivos, y cuándo en función de compromisos, valores y tranquilidad.

La respuesta precisa no existe. Cada cual deberá tantear.

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