Ban Ki-moon y los dominicanos

Los dominicanos tuvimos el honor de recibir al secretario general de las Naciones Unidas (ONU) Ban Ki-moon. Al margen del rigor que impone la diplomacia, la visita y sus palabras constituyen cierto reconocimiento a la República Dominicana.

Los dominicanos tuvimos el honor de recibir al secretario general de las Naciones Unidas (ONU) Ban Ki-moon. Al margen del rigor que impone la diplomacia, la visita y sus palabras constituyen cierto reconocimiento a la República Dominicana.

Hizo un reclamo que sugiere una interpretación no muy cierta sobre determinada realidad, pero en general hay que acoger los componentes alentadores para un pueblo que justo este mismo año fue objeto de los más despiadados ataques de organismos internacionales, uno dependiente precisamente de la ONU,  de otras agencias y personajes que nos trataron en términos rudamente ofensivos.

El secretario Ban Ki-moon nos pasó un bálsamo sobre las heridas, y al mismo tiempo hizo valoraciones que merecen atención. Alabó la fuerza de la cultura dominicana medida a través de la música (la bachata), la literatura o el músculo, y también valoró el amor a la libertad y el sacrificio, como el de las Hermanas Mirabal.

Satisface el reconocimiento al esfuerzo dominicano por cumplir en lo posible con los Objetivos de Desarrollo del Milenio centrado en la lucha contra la pobreza, el avance en la educación y mejoría en algunos programas de salud. No los alcanzamos todos, pero avanzamos en esos campos y apostamos a superarnos más allá de 2015.

Estamos en el mapa global, pero seríamos ingenuos si no entendiéramos que la visita del secretario general de la ONU está muy vinculada a su protagónico papel en Haití, donde tropas de esa organización son las garantes del orden mínimo para sobrellevar la gobernanza, en medio de la frágil sobrevivencia socioeconómica y medioambiental. República Dominicana comparte ese drama como país soporte que suple valores de todo tipo, esenciales para ese conglomerado. Somos al mismo tiempo el generoso receptor de una migración que huye por la válvula de escape, al Este de la misma.

Satisface que Ban Ki-moon haya visto el lado bueno dominicano, pero inquieta que no entienda el nudo que provocó los lodos, y persista en pedir que trabajemos para “lograr un consenso que permita resolver la apatridia, proteger los derechos de todas las personas afectadas y evitar la privación de la nacionalidad”.

¿Entendimos el mensaje?

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