El muro fronterizo empresarial

Quedó atrás el clima de tensión internacional. La percepción de que pasaríamos por la guillotina a los descendientes de extranjeros indocumentados desde 1929, despojándolos de su natural nacionalidad. Dominicanos nacidos en el país descendientes&#8

Quedó atrás el clima de tensión internacional. La percepción de que pasaríamos por la guillotina a los descendientes de extranjeros indocumentados desde 1929, despojándolos de su natural nacionalidad. Dominicanos nacidos en el país descendientes de extranjeros que perdían todos sus derechos ciudadanos.

El drama humano que generó la reforma constitucional del 2010. Y que, como era de lugar, el Tribunal Constitucional convirtió en sentencia 168-13. El Plan de Regularización derivado de la Ley 169-14 enmendó la plana al país. Fue la reconfirmación de que estábamos equivocados. El presidente Danilo Medina corrigió a tiempo aquel adefesio jurídico que desacreditaba el país por las cuatro esquinas del mundo como nación que despojaba de la nacionalidad a los nacionales descendientes de extranjeros.

Ahora somos más respetados. Gozamos de mayor prestigio internacional. La República Dominicana recuperó su justa posición como nación que cuida y vela por los derechos humanos de sus nacionales y de los extranjeros. El país borró el maleficio. Los derechos de los nacionales descendientes de extranjeros nacidos en el país están ahora más protegidos y resguardados que nunca. Y están claras las reglas del juego para aquellos que sean extranjeros ilegales. De ahora en adelante, los niños que nazcan en la República Dominicana, hijos de extranjeros ilegales, no podrán ser declarados como nacionales dominicanos. Un derecho inalienable que tiene la República Dominicana, como Estado libre y soberano con derecho a reglamentar la adquisición de su nacionalidad. Así debió consignarlo la Constitución del 2010.

Con esos instrumentos jurídicos en las manos, hay bases legales para enfrentar la invasión pacífica de los extranjeros haitianos. Una oleada inaguantable para cualquier Estado pequeño. El problema de los haitianos es responsabilidad exclusiva del Estado haitiano. La prioridad de los dominicanos es responsabilidad del Estado dominicano. Dos naciones independientes que deben sobrevivir cada cual en su espacio físico con respeto, paz y progreso. Sin que la más débil quiera tragarse a la más fuerte. Y sin que la más fuerte desconsidere ni atropelle al más débil. Convivencia pacífica, solidaridad y diálogo. Nunca sumisión. En ese contexto, no hay mejor momento para el diálogo sincero y la concertación juiciosa. Y la más firme aplicación de las nuevas leyes migratorias.

Los mandatarios Danilo Medina y Michel Martelly inician hoy un diálogo histórico.
Con un tercer interlocutor, la Unión Europea y su presidente Herman Van Rompuy. Convertir la frontera en una amplia zona de desarrollo económico es el desafío mayor. Con capital dominico-haitiano desarrollar un Banco Binacional para invertir en la creación de escuelas, empresas y hospitales. Y que las naciones europeas y las superpotencias interesadas en fomentar la paz entre ambas naciones aporten recursos (no sólo discursos) en la transformación social de esa zona de pobreza extrema. El muro fronterizo no puede ser solo militar, con hormigón armado, ni con alambrada eléctrica. Todos esos muros pueden ser derribados por el hambre. No así un muro empresarial. Cuando entendamos eso, habremos creado las bases permanentes de la paz y el entendimiento entre los únicos dos estados del mundo fundados en una pequeña isla del Caribe.

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