Triste Yaque, tristes ríos

Como si no fuese cosa nuestra, vemos como van desfalleciendo los ríos. Y no hablamos de los miles de riachuelos que vieron Colón y sus acompañantes cuando llegaron a esta isla, y mucho menos los que observó Moreau de Saint Mery tres siglos después.&#

Como si no fuese cosa nuestra, vemos como van desfalleciendo los ríos. Y no hablamos de los miles de riachuelos que vieron Colón y sus acompañantes cuando llegaron a esta isla, y mucho menos los que observó Moreau de Saint Mery tres siglos después. Hablamos de los grandes ríos que nos quedan y sus afluentes más importantes. Y esta vez el grito lo provoca el deterioro del río Yaque del Norte, tan vital para Santiago, Moca y los pueblos de la Línea Noroeste.

Y es una pena que no queramos enterarnos de la dramática situación, que sólo llama la atención en épocas como la que vivimos, cuando una dura sequía nos muestra lo vital que es el agua.

Isabel Guzmán describió ayer la triste situación del Yaque del Norte. Junto a los otros ríos más importantes de la República, forma parte de un sistema de suministros que es una bendición para este territorio. La mayoría está sometida a amenaza permanente, a medida en que se acercan a las grandes concentraciones poblacionales. A más proximidad con las ciudades, mayor degradación. La disminución del Yaque del Norte sólo se asemeja a los ríos Isabela y Ozama. Arrabalizados en la proximidad de su desembocadura. Haina con una suerte parecida. Ni pensar en El Higuamo, que bordea San Pedro de Macorís. ¡Apesta!

Sobreviven sin demasiado daño el vital Nizao, la madre de todas las aguas, fuente de vida de Peravia, San Cristóbal y el Gran Santo Domingo; el Yaque del Sur y sus afluentes más importantes, el ya agredido San Juan y el Mijo. Y el Soco, Río Dulce y el Chavón en el Este.

En el Cibao Central, el Yuna (muy contaminado) y su afluente el Camú son claves en la agricultura y la vida de sus pueblos, pero ambos castigados por la vocación depredadora del ser humano. ¡Pobre Yuna!

Una pena que no terminemos de entender que la supervivencia de la República está muy marcada por la vida de sus ríos. Permiten la habilitabilidad en este pedazo de la isla de Santo Domingo.

Nuestros ríos, principales y secundarios, necesitan dolientes.

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