Cuando los políticos no reaccionan…

El 28 de junio de 1940, Adolfo Hitler aterrizó, muy temprano, en el aeropuerto de Le Bourget. Tres Mercedes Benz blindados, color negro, le esperaban en la pista para trasladarlo a París, junto a su muy reducida comitiva. Esta breve y curiosa visita&#82

El 28 de junio de 1940, Adolfo Hitler aterrizó, muy temprano, en el aeropuerto de Le Bourget. Tres Mercedes Benz blindados, color negro, le esperaban en la pista para trasladarlo a París, junto a su muy reducida comitiva. Esta breve y curiosa visita simboliza uno de los puntos más bajos en la historia de una de las grandes naciones de Europa, pues Francia había sido derrotada en una guerra relámpago, que la obligó a capitular, seis días antes del aterrizaje en Le Bourget.

De Gaulle dedicó muchas horas a explicarse porqué Francia no había sido capaz de reaccionar adecuadamente al enorme reto que representaba el ascenso al poder de Adolfo Hitler, en Alemania. La falta de una respuesta adecuada provocó una catástrofe nacional, que puso en peligro la existencia misma de la nación.

De Gaulle responsabilizó a la clase política francesa del desastre nacional, pues durante años se dedicó al “juego político,” que los consumía y los paralizó frente al creciente peligro que el país enfrentaba. Tan pronto llegaban al poder, el juego político obligaba a que su tiempo y energía lo gastaran en “atender pedidos,” satisfacer “solicitudes de favores,” y responder a las críticas. Los debates sobre posible errores de los gobernantes de turno asumían “el aspecto de una disputa teológica, sin posibilidad de encontrar un punto de acuerdo intermedio”, señaló De Gaulle.

La atención a los asuntos políticos inmediatos, más la inestabilidad de los gobiernos, impidieron el desarrollo y la puesta en práctica de ese conjunto “de planes continuos, decisiones meditadas, y medidas llevadas hasta la conclusión, que llamamos políticas de estado.”

 A pesar que el régimen había sido barrido por los eventos; a pesar que le costó a Francia un desastre del que se podría dudar pudiese levantarse; a pesar de que estas personas … se le habían quitado los medios usuales para su agitación -el Parlamento, los congresos, las oficinas ministeriales y los escritorios de los editores- ellos continuaban su juego en New York y Londres…”. Juego del que solo saldrían “artículos de periódicos, discursos, actos públicos y el reparto de puestos.”

“Sin embargo, para mí, en el medio de esta tragedia nacional, el objetivo tenía que ser la acción al servicio de una simple y ponderosa idea…”. Francia no podría ser Francia, sin la Grandeza…”

 En ocasiones sufrí “en Londres, una tempestad de furia; en Washington, un huracán de sarcasmo.” “Conversamos (con Churchill) sobre Roosevelt y su actitud hacia mí. “No se precipite,” dijo Churchill… Ud. puede, le dije. Ud. cuenta con un Estado sólido… un Imperio unido, y grandes ejércitos. ¿Pero, adónde están mis recursos? Y sin embargo, yo soy responsable de los intereses y el destino de Francia. Es un peso demasiado pesado y soy demasiado débil para inclinarme…” Charles de Gaulle, el estadista que salvó a Francia…

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