Un reclamo del CONEP

El Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), hablando por una parte importante de la sociedad, ha solicitado al Congreso la aprobación del proyecto de Ley de Partidos Políticos, congelada por los intereses partidistas desde hace años. Se…

El Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), hablando por una parte importante de la sociedad, ha solicitado al Congreso la aprobación del proyecto de Ley de Partidos Políticos, congelada por los intereses partidistas desde hace años. Se cree que si fuera positivamente sancionada, esa legislación contribuiría a reducir los vicios y malas prácticas que han caracterizado el accionar de los partidos, en detrimento del ejercicio democrático y el respeto a los derechos ciudadanos, aspiración que viene a ser una especie de espejismo a la luz de la experiencia de otras leyes que perfeccionarían nuestra institucionalidad democrática, pero que no se cumplen ni se respetan. A despecho de esa experiencia, la aprobación de esa ley se hace más necesaria en vista del creciente y pecaminoso control de los partidos sobre las instituciones que hacen funcionar la democracia.

A la petición de la organización empresarial, un locuaz y prominente miembro del partido gobernante, el exministro de Interior y Policía, Franklyn Almeyda, ha tratado burdamente de descalificar su derecho acusando a sus principales dirigentes de ser seguidores del expresidente Hipólito Mejía, como si ello fuera un delito o contrario a la Constitución y a las leyes. Y como este tipo de falaz argumentación se usa a menudo para intentar descalificar moralmente al contrario, vale decir que en el hipotético caso de que lo fueran, sus supuestas inclinaciones políticas no invalidan el reclamo a favor de un proyecto que los partidos, incluso el del exministro, tienen congelado y mucho menos los cuestionamientos del CONEP sobre las prácticas que hacen de esa ley una necesidad para mejorar la vida política del país.

Por fortuna, los dirigentes empresariales no han caído en el error de entrar en la discusión de sus motivaciones resaltando con ello la irracional reacción del político. 

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