¿Hasta cuándo?

Satisfecha, con un lenguaje que no terminamos de aceptar, la Policía informa que logra “resolver” un crimen. No hay forma de que sea así.

¿Hasta cuándo?

No hay manera de que los dominicanos nos afirmemos en la convicción y la certeza de que vivimos en un país seguro. La realidad nos obliga a dormir con un solo ojo. El otro debe permanecer abierto: el crimen acecha.El pasado 6 de marzo,…

¿Hasta cuándo?

El país olvida rápido. Cómo un colectivo de más de diez millones de habitantes deja en el pasado cualquier grave ofensa, agravio o estafa, crímenes o abusos, como si no existiera una conciencia, y todo sea tan leve que cualquier tiempo, no importa&#8

¿Hasta cuándo?

El país olvida rápido. Cómo un colectivo de más de diez millones de habitantes deja en el pasado cualquier grave ofensa, agravio o estafa, crímenes o abusos, como si no existiera una conciencia, y todo sea tan leve que cualquier tiempo, no importante

¿Hasta cuándo?

Uno de los más graves problemas que afronta la sociedad dominicana es la falta de diligencia, por no decir de sensibilidad de quienes ejercen roles de poder en el gobierno o el Estado, sea como funcionarios públicos por representación de personas&#8230

Hasta cuándo

Constantemente me preguntan hasta cuándo se mantendrá la estabilidad y el crecimiento de la economía. Aunque la respuesta depende…

¡Hasta cuándo!

La corrupción se ha convertido en uno de los escasos temas de debate en esta campaña, aunque penosamente no para profundizar sobre sus…

¡Hasta cuándo!

Desde hace tiempo la República Dominicana ha emprendido un viaje hacia un futuro próspero, pasando por diferentes puertos y montada en…

¡Hasta cuándo!

La sociedad dominicana anda dando tumbos. Parece que ha perdido la capacidad de bien usar los sentidos de su organismo. No puede diferenciar entre…

Satisfecha, con un lenguaje que no terminamos de aceptar, la Policía informa que logra “resolver” un crimen. No hay forma de que sea así.Es la expresión más absurda para encarar una realidad que nos golpea rutinariamente. Asesinatos, asaltos, violaciones y todo tipo de crímenes.

Ya que la violencia no para, al menos, mejoren los recursos de comunicación, de modo que tiendan a atenuar la carga a que nos condena la impotencia y la rabia ante tanta brutalidad delincuencial, que no discrimina entre un niño o una anciana, entre una frágil mujer embarazada o un estudiante, entre un civil o un uniformado.

Cuando una persona ha sido victimizada ya no hay nada que hacer. Nada lo repara, nada lo soluciona. Ningún remedio lo devuelve a la vida. Un ser humano inocente ha muerto, cobardemente.

Lo que deben hacer los actores es asumir con mayor calidad la labor de vigilancia y control, fortalecer las herramientas de trabajo para que las líneas de prevención del crimen sean verdaderamente asertivas.

El asesinato de la profesora embarazada Gioconda Pérez, así, de manera tan aleve, cuando con su esposo cerraba su colmado, desgarra el alma y provoca el desconsuelo, destruye la esperanza de que algún día los dominicanos podrán recuperar la seguridad y la paz, en su casa, o al salir de donde trabajan.

¡Qué horror!

Leche Rica

El Grupo Rica es una empresa pionera en la industrialización de productos de origen pecuario, con vocación y fe en el campo dominicano.

Producir y procesar lo que viene del campo es en realidad una tarea titánica. Establecerse, persistir y crecer ha sido el resultado de la dedicación y el trabajo de todos los días.

elCaribe comparte la alegría y el entusiasmo de Leche Rica al cumplir sus 50 años de trabajo exitoso. Felicitamos a su presidente-fundador, don Julio Brache, a su familia y a quienes lo han acompañado en esa larga marcha. l

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No hay manera de que los dominicanos nos afirmemos en la convicción y la certeza de que vivimos en un país seguro. La realidad nos obliga a dormir con un solo ojo. El otro debe permanecer abierto: el crimen acecha.

El pasado 6 de marzo, la Nación fue estremecida por el asesinato de un viceministro, Victoriano de los Santos, y de su hijo Víctor Manuel, en su propia casa, en Cotuí, sin que aún se sepa con precisión todo cuanto rodea ese caso. Las propias autoridades policiales y el Ministerio Público fueron erráticos en sus explicaciones. Ahora se habla de sicariato. Pero son los acusados los dueños de esa versión y su nivel de credibilidad es casi nulo. Las dudas rodean ese lamentable hecho.

La comunidad periodística y el país fueron estremecidos ayer con la muerte del periodista Blas Olivo Santana, a quien todos conocimos y tratamos como un pacífico ciudadano que no se metía con nadie. Fue atacado en circunstancias desconocidas que una vez más obligan a preguntarse: ¿en qué país vivimos?
Pero entre marzo y lo que va de abril la sangre derramada a causa de la inseguridad no se detuvo. Como nos hemos acostumbrado a esos hechos, sólo los que nos llenan de horror o nos tocan de alguna manera, nos hacen reaccionar para aceptar que vivimos en un país inseguro. ¡Claro que nos dirán: no tanto, si nos comparamos con los vecinos de Centroamérica o Venezuela!

Esto no debe continuar. Sabemos que las autoridades tratan de hacer las cosas. Que agotan acciones. Que el 9-1-1, etcétera, pero nada de eso nos garantiza que mañana no estaremos ante otro hecho trágico más grave.

Pesimismo, ¿verdad? Pero es inevitable que esa sensación de incertidumbre, preocupación y miedo, en medio del pesar por pérdidas tan queridas, hagan que medio país se sienta de esa manera y tenga que preguntarse:

¿Hasta cuándo?
Paz a los restos de Blas Olivo Santana y solidaridad con su familia. 

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El país olvida rápido. Cómo un colectivo de más de diez millones de habitantes deja en el pasado cualquier grave ofensa, agravio o estafa, crímenes o abusos, como si no existiera una conciencia, y todo sea tan leve que cualquier tiempo, no importa lo breve, borra todo. Para algunos, se olvida para no morir de depresión y seguir hacia adelante. ¿De qué se alimentaría la alegría criolla si no fuese del olvido como antídoto para la depresión?

La afrenta de la Dirección Central Antinarcóticos (Dican) de la Policía Nacional, esa defraudación sin nombre, porque a decir verdad no hay cómo calificarla, porque traspasó cualquier barrera del indecoro; la corrupción de la cúpula y ramas menores en los términos conocidos, que nos llenó de estupor, y por momento de irritación por los comportamientos incomprensibles que acompañaron los primeros momentos del destape de esa cloaca.

Pero han pasado los días, no meses, días, y ya no se habla de la Dican. Y se empieza un proceso de ablandamiento, matizar todo para abrir las puertas mediante el régimen de modificación de las medidas de coerción.

No sería extraño. Atónito, el procurador general de la República y la ministra de Salud vieron cómo el hombre detenido in fraganti, con la mano en la masa, con un almacén de venta de medicamentos falsificados, vencidos y muestras médicas, acaba de ser favorecido por una medida de una jueza del Tercer Juzgado de la Instrucción del Distrito Nacional, mediante la cual se le cambia la prisión por una garantía económica.

El procurador general de la República reaccionó en la justa medida: “Quien se dedica a falsificar medicamentos, es tan criminal como el que mata o manda a matar por dinero…” La misma actitud condenatoria de la ministra de Salud y del presidente del Consejo Nacional de Drogas.

Más ingredientes para el olvido. Ese nuevo escándalo sólo solapa otro escándalo mayor. Hasta el infinito, hasta el agotamiento. Por eso la falta de confianza en las instituciones. La frustración de las personas.

Y, como briznas al aire, con el agotamiento, el olvido. El olvido incomprensible en la frágil memoria colectiva.

¿Hasta cuándo? l

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El país olvida rápido. Cómo un colectivo de más de diez millones de habitantes deja en el pasado cualquier grave ofensa, agravio o estafa, crímenes o abusos, como si no existiera una conciencia, y todo sea tan leve que cualquier tiempo, no importante lo breve, borra todo. Para algunos, se olvida para no morir de depresión y seguir hacia adelante. ¿De qué se alimentaría la alegría criolla si no fuese del olvido como antídoto para la depresión?

La afrenta de la Dirección Central Antinarcóticos (Dican) de la Policía Nacional, esa defraudación sin nombre, porque a decir verdad no hay cómo calificarla, porque traspasó cualquier barrera del indecoro; la corrupción de la cúpula y ramas menores en los términos conocidos, que nos llenó de estupor, y por momento de irritación por los comportamientos incomprensibles que acompañaron los primeros momentos del destape de esa cloaca.

Pero han pasado los días, no meses, días, y ya no se habla de la Dican. Y se empieza un proceso de ablandamiento, matizar todo para abrir las puertas mediante el régimen de modificación de las medidas de coerción.

No sería extraño. Atónito, el procurador general de la República y la ministra de Salud vieron cómo el hombre detenido in fraganti, con la mano en la masa, con un almacén de venta de medicamentos falsificados, vencidos y muestras médicas, acaba de ser favorecido por una medida de una jueza del Tercer Juzgado de la Instrucción del Distrito Nacional, mediante la cual se le cambia la prisión por una garantía económica.

El procurador general de la República reaccionó en la justa medida: “Quien se dedica a falsificar medicamentos, es tan criminal como el que mata o manda a matar por dinero…” La misma actitud condenatoria de la ministra de Salud y del presidente del Consejo Nacional de Drogas.

Más ingredientes para el olvido. Ese nuevo escándalo sólo solapa otro escándalo mayor. Hasta el infinito, hasta el agotamiento. Por eso la falta de confianza en las instituciones. La frustración de las personas.
Y, como briznas al aire, con el agotamiento, el olvido. El olvido incomprensible en la frágil memoria colectiva.

¿Hasta cuándo?

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Uno de los más graves problemas que afronta la sociedad dominicana es la falta de diligencia, por no decir de sensibilidad de quienes ejercen roles de poder en el gobierno o el Estado, sea como funcionarios públicos por representación de personas o sectores sociales y económicos en los órganos de decisión.

La percepción es que no responden a plenitud a la responsabilidad que asumen cuando los designan en los puestos o cuando las entidades que representan, sean de papel o de verdad, ponen en sus hombros tan alto honor.

Peor aún, es como si no se dieran cuenta de que no están llamados a responder a sus necesidades o intereses particulares, sino a los de la sociedad.

Por eso hay tantos asuntos pendientes que hacen tan pesado el fardo social. Problemas insolubles que alimentan todos los días el desaliento de las personas y que se convierten en caldo de cultivo de las tensiones abrumantes que algún día perforarán una válvula de escape y se convertirán en conflicto, en confrontación. Para bien o para mal, los dominicanos parecen anestesiados, y nada duele a nadie.

Un ejemplo de esto lo constituye la ley 87-01 con todas sus implicaciones, sea en la prestación de los servicios de salud o en el sistema de retiro. La incertidumbre de los afiliados de ingreso tardío crece cada día ante la displicencia de quienes deben tomar medidas y no lo hacen.

Ayer, el superintendente de Pensiones Joaquín Gerónimo reconoció que en el caso de los afiliados de ingreso tardío “claramente existe una negación de derecho que tiene que ser corregida”. Pero todos levantan las manos, porque lavárselas no pueden, como si estuvieran petrificados.

Gerónimo cree que con un mandato del Consejo Nacional de la Seguridad Social (CNSS) la Superintendencia de Pensiones puede modificar la resolución 356-13, que limita la devolución en un solo pago a los afiliados de ingreso tardío.
Probablemente, el CNSS preferirá que la rueda no corra, y felices todos, en lo de siempre. Mientras, el globo de las frustraciones sociales seguirá inflándose.
¿Hasta cuándo?

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Constantemente me preguntan hasta cuándo se mantendrá la estabilidad y el crecimiento de la economía. Aunque la respuesta depende de muchos factores, lo más sensato es decir: hasta que los prestamistas internacionales estén dispuestos a seguir financiando el gobierno. Debemos entender que la producción no es lo que está sosteniendo nuestra economía, sino el consumo, el cual está apoyado, en gran parte, en el endeudamiento. Por ejemplo, en los primeros nueve meses del año pasado (últimas cifras disponibles) la manufactura tan sólo había crecido en un 1.8%, las zonas francas en un 1.5% y la ganadería había disminuido, con relación a igual período del año anterior. Sin embargo, el comercio creció un 6.1%, el transporte (mayormente productos comerciales) en 4.1% y la intermediación financiera en un 7.8%.

Mientras tanto, el financiamiento público seguirá este año, ya que el Congreso Nacional aprobó la emisión de 1,000 millones de dólares de bonos soberanos para colocarlos en los mercados internacionales. Simultáneamente se aprobó la emisión de 45,000 millones de pesos de bonos de tesorería, los cuales podrían ser adquiridos por inversionistas nacionales y extranjeros.

Al mismo tiempo, el Banco de Reservas hizo una emisión de deuda en mercados internacionales por 300 millones de dólares. Todos estos millones de dólares entrarán al país para financiar el gobierno, lo que le permitirá seguir cubriendo sus gastos, por encima de sus ingresos corrientes, con lo cual podrá estimular las actividades económicas en general. Pero también, esos dólares serán utilizados para pagar parte de las importaciones de mercancías que demandan nuestros consumidores.

Si en algún momento los prestamistas deciden disminuir los préstamos al gobierno, porque la deuda pública resulte excesiva, éste tendrá que reducir su déficit, es decir, no podrá seguir estimulando la economía y el consumo a través de gastos cubiertos con endeudamiento. Tampoco el país contará con suficientes divisas para sostener un aumento del consumo de productos importados. En ese momento las autoridades monetarias seguramente aumentarán las tasas de interés para reducir los préstamos, lo que afectará la liquidez monetaria y consecuentemente el consumo. De lo contrario se perdería la estabilidad de la tasa de cambio y se estimularía la inflación. Así de simple.

Es difícil predecir cuándo esta situación podría presentarse, pues mientras los inversionistas internacionales tengan confianza en la economía dominicana y mientras los mercados internacionales tengan abundante liquidez en búsqueda de mejores tasas de interés, los préstamos al gobierno seguirán afluyendo. Por lo tanto, una respuesta simple a mis amigos y relacionados es que eso posiblemente no sucederá en el corto plazo. Pero también tengo que decirles que si no tomamos medidas para estimular la producción, podemos estar seguros de que en un futuro no muy lejano, se perderá la confianza en el país y no se podrán mantener la estabilidad y el crecimiento.

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La corrupción se ha convertido en uno de los escasos temas de debate en esta campaña, aunque penosamente no para profundizar sobre sus causas y la necesidad de voluntad política para combatirla, sino simplemente en un tema de ataque y contra ataque, como si se tratara de un juego entre niños y bastara con decir ¡más corrupto eres tú! Para nadie es un secreto que la participación en la política es concebida en nuestro país como una actividad muy lucrativa, precisamente producto de la rampante corrupción, lo que hace que mientras muchas personas competentes y con principios no quieren incursionar en la misma a pesar de su vocación política; otros deciden precisamente incursionar en ella motivados por el deseo de rápido ascenso social y económico que jamás conquistarían como simples ciudadanos.

Como ya los tres partidos más importantes han sido gobierno, quedaron atrás los tiempos en que algunos propugnaban que nuestra sociedad se dividía entre funcionarios corruptos y ellos. Aunque las discusiones en tiempos de campaña se centran en cuál gobierno ha sido más corrupto que el otro; nada ocurre porque lamentablemente siempre ha existido una especie de pacto verbal de no agresión entre los partidos para no atacar los actos de corrupción del otro.

Basta con observar los cambios de vida radicales de aquellos que pasan a ser funcionarios públicos o activistas políticos, quienes muchas veces de ser profesionales mediocres de poco o ningún reconocimiento y escaso patrimonio, saltan a ser acaudalados empresarios o profesionales cuyas fortunas y ritmos de vida, no pueden ser justificados por los sueldos que perciben.

Y en esto es que tiene que centrarse la lucha contra la corrupción, en el escrutinio del antes y el después de la vida de cada funcionario, no mediante declaraciones juradas de bienes antojadizas que cada quien prepara quizás proyectando el enriquecimiento ilícito que planea tener.

La nueva Constitución expresa en su artículo 146 que a los funcionarios públicos les “corresponde siempre probar el origen de sus bienes, antes y después de haber finalizado sus funciones”, lo que indirectamente invertiría la carga de la prueba en materia de corrupción, si existiera voluntad para cumplirla. El problema es que como a las autoridades de ningún partido les ha interesado perseguir la corrupción y cada gobierno descubre nuevas modalidades de enriquecimiento ilegal haciendo gala de creatividad hasta para lograr acuerdos entre países para fomentar esquemas corruptos y expandir las posibilidades de lucro, el círculo de corrupción se ha convertido en una especie de fraternidad que defiende a cualquiera de los suyos.

Distinto a lo que ocurre en otros países como España, donde hasta el Rey ha tenido que marcar distancia de su hija por el caso de corrupción contra su esposo, consciente del elevado costo de los resultados de la instrumentación del caso; en nuestro país los políticos se regodean bajo el manto de la impunidad y la certeza de que los electores seguirán votando por ellos.

Lo que quizás deberían empezar a preguntarse es: ¿hasta cuándo?

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Desde hace tiempo la República Dominicana ha emprendido un viaje hacia un futuro próspero, pasando por diferentes puertos y montada en una embarcación que ha sido dirigida por distintos capitanes, pero es un viaje que siempre termina en un naufragio, porque la ambición y el egoismo pueden más que la lealtad, la justicia y el bien común.

Estamos en tiempo de elecciones y por ende, ciertos candidatos a la presidencia están prometiendo un porvenir que ni siquiera su propia mente lo puede asimilar, pero con tal de persuadir a la población dominicana para cumplir su propósito, son capaces de eso y mucho más.

Los que no están en el poder se aprovechan de lo negativo de aquel que preside para utilizarlo a su favor en las campañas políticas, pero cuando a cada uno le llega la oportunidad de gobernar se comportan de la misma manera o quizás peor.

Lo único que cavilan es en el bienestar de algunos. Tratan de aparentar  que están cumpliendo con las leyes y normas por las cuales estamos regidos, pero lo único que se da a notar son las atrocidades que se cometen con el mal manejo presupuestario.

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La sociedad dominicana anda dando tumbos. Parece que ha perdido la capacidad de bien usar los sentidos de su organismo. No puede diferenciar entre lo interno y lo externo, el ruido del sabor, el perfume de la flor, el silencio de la visión, el equilibrio de laenfermedad, la suavidad del soy… Tal desbarajuste funcional tiene que ser la causa de tantas soluciones que terminan siendo peores problemas que los que se trató de resolver.

Desde cuando decidimos ser sociedad soberana e independiente hasta el final del siglo XIX, más de cincuenta años, no éramos sino una sociedad de sálvese quien pueda, dividida en fundos virtuales encabezados por generales de pacotilla, cada uno desde su fundo soberano haciendo y deshaciendo a su antojo, cobrando los peajes y brazos que necesitaba para hacer la guerra contra los tenidos por sus colegas.

Desde afuera, poderes imperiales trataron de organizarnos para tragarnos como manjar gourmet apetitoso para su gusto, pero unidos, nuestros dueños de fundos y gentes lo evitaron, aunque no pudieron impedir que nos arrebataran la soberanía nacional y nos ocuparan. Con la desocupación se reinició el anarquismo de pacotilla, pero ya los usurpadores de nuestra nacionalidad tenían su hombre preparado para sojuzgarnos y acabar con toda competencia política. Lo logró durante más de treinta años. Pero un día nos amaneció sin su presencia.

Y nos ocupamos de fundar grupos, grupitos y grupazgos. Y a esos los llamamos partidos. De la libertad, la independencia, la revolución, la liberación, de la unidad, de la reforma. Y empezó la democracia. Esa cosa que promueve el imperio para seguir con su dominio sobre las sociedades que dice ayudar.

Tenemos ahora un sistema democrático donde solo una élite tiene acceso al poder, representativo, en donde solo los partidos son representados y solo a ellos los representantes rinden cuentas, en donde todos tenemos el derecho constitucional de ser elegidos, siempre y cuando nos seleccione y seamos miembros de un partido. Los legisladores son todos miembros de algún partido y para beneficio de éste y de sus miembros y de los familiares votan legislaciones, crean instituciones y provincias y municipios y divisiones políticas, modifican la Constitución y se auto asignan recursos.

Hemos creado unas sanguijuelas que están dejando sin la sangre y sin vitalidad a la nación. Hasta que de tanta hambre se trague a sí mismo. Talvez antes de su autodestrucción algunos de nuestros ciudadanos recobre el equilibrio de sus sentidos e hile una solución que dé al traste con este nuevo monstruo que nos aniquila aunque creamos estar bien.

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