“La dimensión humana de mis abuelos fue mi inspiración”

Nació en un pequeño poblado suburbano conocido como Buenas Noches, próximo a Manoguayabo en la Capital.

Nació en un pequeño poblado suburbano conocido como Buenas Noches, próximo a Manoguayabo en la Capital. Proveniente de una familia campesina, su formación la recibió de sus abuelos Benito Agüero y Rafaela Portorreal, cristianos, católicos que se encargaron de su alfabetización. Hijo de padre militar y madre enfermera, fallecidos ambos a temprana edad, Abil dijo sentirse hijo de sus abuelos, de quienes aprendió su dimensión humana y moral, y su voluntad por el trabajo, cualidades que considera parte de su inspiración en la vida. De pequeño, siempre fue un niño mimado, no solo por sus abuelos, sino por sus tíos, quienes le inculcaron valores cristianos y la solidaridad social. A ellos los ayudaba en los quehaceres agrícolas, pero sobre todo en la crianza del ganado caprino.

¿Cómo define Abil Peralta Agüero su personalidad?
A pesar de provenir de una formación cristiana, posteriormente extendida hacia una formación filosófica marxista, y haber tenido una activa militancia política de izquierda, me defino como una persona con una fe irrenunciable en los valores absolutos y en plena capacidad de desafiar todas las asimetrías y perversidades que nos han impuesto el liberalismo, la filosofía postmoderna, la banalidad y el individualismo. Me considero al filo de este siglo XXI como un neohumanista radical con una firme determinación de mi irrenunciable fe en Dios, consciente de que en algún momento de la historia no lejana su propia dialéctica habrá de trazar los rumbos que habrán de dotarnos de herramientas para la construcción de una sociedad más justa. En esencia, soy un ser humano que ama plenamente la libertad y la democracia participativa; y sobre mi fe puesta en lo justo, con una clara visión de lo que es el progreso, el desarrollo, la calidad de vida y ciudadana real y verdadera, no ficcional.

Cuéntenos acerca de sus inicios. ¿Cómo se relaciona con las artes?
Mi primera oportunidad en la crítica de arte me la dio el pintor Fernando Peña Defilló, un consagrado maestro, de quien escribí mi primera crítica de arte publicada en el suplemento cultural Aquí del Periódico La Noticia. Fue un momento muy especial en mi vida.

Mi primer vínculo directo con artistas consagrados fue con los maestros Ramón Oviedo y José Ramírez Conde; pero quienes contribuyeron a que yo resolviera mi problema existencial en cuanto a qué ruta tomar en mi vida y en el quehacer artístico y cultural fue el pintor Oviedo y el poeta Pedro Mir; aunque siempre digo que mi vínculo con las ciencias del arte y con la estética definitivamente los obtuve del poeta, filósofo Antonio Fernández Spencer. El conocimiento profundo del proceso creativo lo aprendí en el taller del maestro Oviedo, puesto que me dio la oportunidad de trabajar directamente con él.

¿Cuál fue su primera oportunidad?
En lo referente con el sistema de galerías de arte del país y mi formación en el conocimiento del mercado de arte, lo asimilé de quien me dio la primera oportunidad laboral y de acercamiento al arte como opciones plurales y de mercado, don Roberto Nader, un ser humano especial con una recia personalidad.

Trabajé con él y sus hijos George, Francisco, Gary y Jazmín, siempre con la atenta presencia y colaboración de su madre doña Ivonne Nader en la antigua Galería Nader, de la Zona Colonial; después pasé a colaborar con mi amiga, la galerista y gestora cultural Mildred Canahuate en el desarrollo del proyecto Galería de Arte Arawak. Junto a ella desarrollamos la Fundación de Arte Arawak, el Salón del Dibujo de Santo Domingo y el Museo del Dibujo Contemporáneo MUDIC, (una institución en suspenso temporal) y de la que aun soy su director titular.

¿Qué cualidades debe tener un crítico de arte?
Debe tener una formación seria en los dominios de la metodología para la investigación histórico-científica en la esfera de las ciencias sociales; en el campo de la filosofía, de la antropología, incluyendo la antropología social y la arqueología, puesto que no es posible estudiar el arte primitivo, egipcio o contemporáneo si no se poseen las herramientas para comprender y establecer comparativas de cómo y porqué el hombre de ese tiempo creó y se apropió de esa determinada tipología de arte, y cómo crearon los artefactos de su tiempo y su cultura.

¿Cuántos años lleva trabajando en esta industria?
Tengo aproximadamente  40 años, puesto que me inicié colaborando con proyectos de teatro, al lado de quien considero un gran director teatral y dramaturgo, al periodista Joseph Cáceres.  En la crítica de arte debo tener alrededor de 35 años; y a nivel internacional, con experiencia en el Caribe, América Latina, Estados Unidos, Europa y Asia, unos 23. Como curador, museógrafo y perito, unos 18 años, aproximadamente.

¿Qué tan fácil o difícil fue para usted insertarse en el mercado?
Mi formación familiar, mi personalidad tolerante y contemplativa, aunque firme en mis determinaciones éticas e ideológicas; mi trato respetuoso hacia las personas, seguro de mis herramientas profesionales y de mi inquebrantable principio de lo justo me han convertido en un sujeto de atención en el sector, tanto nacional como internacionalmente; aunque si bien he recibido golpes demoledores, estos han sido claves para despertar y para la reflexión; lo cierto es que me considero un profesional en plena convivencia y armonía con la industria, con sus agentes más dignos, y más altos, y con todo el sistema que lo rige, que por cierto es bien complicado. Ha habido ocasiones en que por mi discreta especialidad como perito y analista forense de obras de arte de alta colección, mi vida y la de mi familia han estado en alerta de riesgo, pero es parte del oficio.

¿Qué mensaje puede transmitir el arte en la actualidad?
Basta mirar con ojo crítico hacia la antropología y la historia de la humanidad para sentir la necesidad e impulso urgente de arrebatarle a la humanidad de este tiempo el estresante estado de banalidad e individualismo al que está siendo sometida desde los últimos 30 años. El arte tiene que volver a ser el disparo, el cuchillo que hiere y despierta la conciencia pública. Regresar a ser oración, acto de provocación, rebeldía y fe capaz de sacudir la conciencia del poder; ponerse al servicio de las voces y manos de los más débiles, volviendo a los museos y a las galerías de arte con voz propia, decoro y dignidad, desafiando la palabra más letal de críticos de arte, de gobernantes, embajadores y centros de dominación canalizadores de la cultura global.

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