Dos años de política económica y social

Apesar de algunos esperanzadores cambios en áreas específicas, la nota dominante de la política económica y social del gobierno de Danilo Medina ha sido la continuidad, porque lo novedoso existe pero es limitado. En materia de política…

Apesar de algunos esperanzadores cambios en áreas específicas, la nota dominante de la política económica y social del gobierno de Danilo Medina ha sido la continuidad, porque lo novedoso existe pero es limitado.

En materia de política macroeconómica, el gobierno se ha limitado a continuar con un modelo de gestión fiscal que no es sostenible a mediano plazo y que está comprometiendo los recursos del futuro a un ritmo tan elevado, que ya está levantando más de una ceja.

Es el mismo modelo que ha prevalecido desde 2008 en adelante, caracterizado por un elevado déficit del sector público no financiero que se ha financiado con deuda pública, y que ha venido alimentando un gasto público de muy mala calidad. 

Algunas voces reclaman que el gobierno logró un ajuste fiscal notable en 2013. Pero la verdad es que lo que se hizo fue hacer retornar el déficit desde un nivel extraordinario y sin precedentes en 2012,a uno similar al que prevalecía antes de ese año, el cual era insostenible en sí mismo.

Es cierto que a partir de 2013, la situación se complicó por el compromiso que asumió el gobierno con el financiamiento a la educación y por el incremento en el pago de los intereses de la deuda pública. Sin embargo, también hay que reconocer que el gobierno se benefició de un aumento significativo de los aportes mineros al fisco, junto a los nuevos recursos que logró gracias al paquete tributario de fines de 2012.

Por ello, el esfuerzo del ajuste no debe ser sobreestimado. En verdad, no fue un gran logro haber retornado el balance fiscal al nivel previo al desastre fiscal de 2012.

Por su parte, la política monetaria ha seguido su rumbo autónomo, con un énfasis exagerado en controlar la inflación y el tipo de cambio, y con pocos reparos sobre su efecto sobre la producción y el empleo. Por fortuna, ha sabido reaccionar en situaciones críticas como las del primer semestre de 2013 cuando el crecimiento colapsó.

En materia de política social es donde mayores innovaciones se advierten, en particular los programas especiales de la Presidencia y educación pre-universitaria. Adicionalmente, se observa algún esfuerzo por ampliar la cobertura del régimen subsidiado de la seguridad social en salud. Los programas que procuran erradicar el analfabetismo y crear y expandir la atención integral (salud, educación, nutrición) a niños y niñas menores de 5 años merecen reconocimiento.

Desafortunadamente, todavía no está claro que éstos vayan a escalar de tal manera que transformen la política social del Estado. Y aunque hay más personas aseguradas en el régimen subsidiado, los servicios de salud siguen siendo de mala calidad y las acciones en el ámbito de la salud colectiva (p.e. prevención) siguen siendo muy insuficientes. En salud, todo parece seguir siendo igual que antes. Además, continúa habiendo un énfasis excesivo en programas de asistencia que tienen pocos impactos en las capacidades, habilidades y destrezas de las personas.

El programa de construcción de aulas, que ha sido posible por el aumento del financiamiento para la educación pre-universitaria, una conquista ciudadana (hay que seguir insistiendo en ello), ha marchado aunque al inicio con muchos problemas. Pero eso es sólo un primer paso para transformar la educación pública. El grueso del reto, transformar la calidad, sigue pendiente.

Por último, la gestión de Medina ha puesto empeño en la pequeña agricultura y los pequeños negocios, con un énfasis casi exclusivo en el crédito. Se trata de una iniciativa elogiable pero limitada, que necesita ir mucho más allá; más que en recursos, en contenidos. Se requieren políticas integrales de desarrollo industrial y agropecuario que provean incentivos para la transformación productiva y el escalamiento tecnológico, y para un crecimiento que genere empleos.

En síntesis, la política macroeconómica, es la misma de antes, y la política social y las dirigidas a los sectores productivos contienen innovaciones loables pero, hasta ahora, de alcance limitado. La diferencia más significativa es en el ámbito educativo, donde el activismo y la vigilancia ciudadana han tenido un rol estelar.

Seguir haciendo lo que siempre se ha hecho no va a dar resultados distintos.
Poner los números a decir que hay cambios tampoco ayuda. Zafarse de lo viejo y darle un decidido impulso a lo nuevo puede abrir nuevos caminos.

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