Dos años de gobierno

Tenemos un gobierno algo barroco con tendencia a la nada; su inicio fue una continuidad, un repetir las mismas caras del que se iba. Dos años después seguimos en esa finitud, ese rezago, en esa laxitud de cansancio. Después de dos años tenemos…

Tenemos un gobierno algo barroco con tendencia a la nada; su inicio fue una continuidad, un repetir las mismas caras del que se iba. Dos años después seguimos en esa finitud, ese rezago, en esa laxitud de cansancio. Después de dos años tenemos a un ex presidente esperando vientos o vaya usted a saber qué otra cosa. Tenemos a varios ministros, heredados de la peor herencia, que se han declarado en campaña tres años antes de las elecciones. Más de lo mismo para hacer lo que siempre se ha hecho, y para no corregir lo que se hizo mal. Todo eso son elementos perturbadores para la economía, para el presidente, para el presupuesto nacional, y para la paz de todo el país. Medio gobierno haciendo campaña y medio país en espera de un gesto. Ministros que desde que fueron designados se dedicaron a sus intereses particulares. Esas golondrinas pre-primaverales no están pensando en función de Estado, sino en su aventura personal con la que están orquestando una especie de despedida a Danilo Medina por los cuatro años que quería y que se han ido en nada, en goteras en Teatro Nacional y en remiendos en el Palacio Nacional. Un ex presidente en campaña y ministros en dispendios nos están dando la lata en una atmósfera que huele a nada, a gobierno que pasó sin saber que pasó; a un final en el que tendrá que probar hasta la cremación que lo hizo bien, en vano. No podrá alegar ignorancia, no podrá alegar fuerzas exógenas.

Los tiempos en política, dentro de una democracia, son partes esenciales del ser político. Se transforman así en tiempos electorales de obligados cumplimientos; pero la extemporaneidad política en serie enrarece la actividad pública e impide la solución de importantes asuntos de Estado.

Danilo Medina parece estar enredado en el dilema de la fascinación de conocerse como presidente, y el instintivo horror a reconocerse presidente por muy pocos años, y con los mismos camajanes. El eslogan de hacer lo que nunca se ha hecho se le ha vuelto en su contra, y el tiempo apremia, pues no hay reelección. Si le sirve de consuelo puede saber que una gran mayoría lo reelegiría, con tal de no volver a caer en los que aspiran y esperan vientos; pero para ello se necesita hacer, no dejar hacer y pasar. Todo tiene su tiempo bajo el sol. A veces una corazonada, una ligera señal nos dice cuándo actuar; pero también esa misma corazonada nos dice que esperar es actuar, y es cuando nos cuesta decidir qué hacer. Algunos se han lanzado a destiempo y a otro se le acaba su tiempo.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas