La “Ley de las limitaciones personales” de Carl Alasko, apoya mejores relaciones interpersonales. Reza que: “Las personas siempre hacen lo mejor que pueden dentro de sus limitaciones personales, su historia personal, lo que saben y lo que no y lo que están sintiendo en ese momento. Si pudieran tomar decisiones más saludables, lo harían. Esto te incluye a ti”. Ayuda a ser más comprensivos sobre el comportamiento y las motivaciones de aquellos con quienes interactuamos, como también los nuestros. No sugiere permisividad extrema o dejar pasar cualquier cosa, sino conducirnos más reflexivos sobre las reacciones de los demás, y a la vez nosotros pensar en la mejor forma de responderlas, antes de reaccionar bajo el primer impulso.

Las cosmovisiones son tan variadas y particulares como cada individuo. Para las buenas relaciones humanas, “demuestra respeto por las opiniones ajenas, jamás digas a alguien que está equivocado”, apunta Dale Carnegie. Yo evito discutir con las personas que se conducen como incapaces de admitir la diversidad de juicios y creencias. Debieran escuchar al pacifista vietnamita, nominado al Nobel, Thich Nhat Hanh: “Tenemos que continuar aprendiendo. Tenemos que ser abiertos. Y tenemos que estar listos para soltar nuestro conocimiento como forma de llegar a un más alto entendimiento de la realidad”. El pensamiento flexible está alineado con nuestra más profunda humanidad. La cerrazón, la rigidez, nos impiden sintonizar con ella.