Una educación para la complejidad (III de VIII)

Desde el pensamiento complejo, si bien  se valora la formación disciplinaria, se ha venido proponiendo y trabajando por una reforma del pensamiento y de las instituciones educativas encargadas de preservarlo. Se ha venido señalando que la fragmentació

Desde el pensamiento complejo, si bien  se valora la formación disciplinaria, se ha venido proponiendo y trabajando por una reforma del pensamiento y de las instituciones educativas encargadas de preservarlo. Se ha venido señalando que la fragmentación del conocimiento, que la especialización de las formaciones, no permiten abordar los problemas fundamentales de nuestro tiempo ni dar cuenta de un mundo globalizado e interrelacionado. Desde esta concepción, la realidad es una, está tejida junta, los elementos que la componen conforman sistemas, totalidades, en las que la relación todo-partes constituye el elemento central de la conceptualización, y por ende, de la explicación. Por ello se afirma que, para dar cuenta de lo que está tejido junto, de lo complejo, es necesario otro pensamiento, un cambio de paradigma: un pensamiento complejo; lo que supone transformar las mentalidades y la educación. Es desde esta visión que el autor de los Siete saberes señala la existencia de estos siete hoyos negros, de estos problemas centrales que están ausentes de los sistemas educativos y de los cuales, propone, deberá ocuparse la educación del futuro. Ello supone, tanto el reconocimiento de estos problemas esenciales, como redefinir la función de la educación. Para poder dar cuenta de los problemas planteados,  es necesario que cualquier educación despeje las grandes interrogantes sobre nuestra probabilidad de conocer, reflexione sobre el conocimiento, sobre sus posibilidades y amenazas, sobre sus límites y funciones. Nos debe transmitir la convicción de que el conocimiento es una aventura “para la cual la educación debe proveer los viáticos indispensables” (Morin, 2013: 30). De esta manera nos armará, a todos y a cada uno “en el combate vital para la lucidez”.  Evitará que seamos “juguetes inconscientes” de nuestras propias ideas y mentiras, nos prevendrá de las posibilidades de error e ilusión que provienen del exterior cultural y social, de nuestro propio imprinting, y de las que provienen de nuestro mismo interior: nos ayudará a adueñarnos de nosotros mismos y a ser conscientes de nuestros demonios, es decir, de nuestras daemonium u obsesiones.

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