Perfil del “político chiquito”: Contraste

De Ulises Francisco Espaillat, siendo presidente de la República, un amigo suyo dijo lo siguiente: “!Y cosa singular! ¡En casa de ese Presidente muchas veces se careció hasta las 11 de la mañana del dinero estrictamente necesario para hacer…

De Ulises Francisco Espaillat, siendo presidente de la República, un amigo suyo dijo lo siguiente: “!Y cosa singular! ¡En casa de ese Presidente muchas veces se careció hasta las 11 de la mañana del dinero estrictamente necesario para hacer las provisiones del día!” – Dr. Santiago Ponce de León, “Cuestiones Políticas y Sociales”, pág. 35. Archivo General de la Nación; Vol. CLX; Santo Domingo, 2012.

¿De quienes más que hayan ocupado la presidencia de la República podemos referir parecida muestra de moralidad? No de muchos, y en esos pocos destaca la conducta intachable del Prof. Juan Bosch, quien a su salida del poder, dejó un pequeño inventario de ajuares de su hogar y una relación de la deuda con la casa comercial que los había dado a crédito.

Lo anterior apunta, contra todo prejuicio y cinismo, a que sí hay hombres incorruptibles; y si aceptamos que el ejemplo es guía, es posible establecer una relación entre los grados de corrupción de un gobierno y su cabeza. A mayor permeabilidad y relajamiento en la cabeza de quien dirige, más extendida será la práctica en su ámbito de administración.

Ahora bien, la corta duración de ambos líderes en el poder, puede inducir una inquietud: ¿Hay una relación inversa entre la honradez y el apego a la ley en las ejecutorias de un gobernante y su permanencia en la dirección de la cosa pública? ¿Para permanecer, está compelido a utilizar métodos reñidos con la ley y la moral?

No es así. Grandes hombres han gobernado sin valerse del engaño, el crimen y la corrupción. Y para marcarlo con fuerza, Mandela es un caso ejemplar.
Nadie imagina a Espaillat, Bosch, Mandela, para continuar con los tres, “haciendo lo que hay que hacer” para alcanzar y mantenerse en el poder. Fueron hombres honrados, genuinamente interesados en el destino de su país, y que entendían ‘que una causa noble no legitima métodos innobles’. Grandes políticos.

Ahora bien, cuando el político cambia la visión de futuro de su país por la del futuro propio, su agenda es él, y su misión, alcanzar y retener el poder. Y ya en eso, Maquiavelo le perecerá genial; por ende, todas las acciones tendentes a lograr su objetivo, sin importar la catadura moral o legal de las mismas, las juzgará apropiadas. Esto es lo que conforma el perfil del “político chiquito’’.

La conducta y accionar de este “político chiquito” lastra el desarrollo del país. Su obsesión con el cálculo del “costo político” de cada decisión, y con la búsqueda del favor de la grada, le impide aplicar remedio a los males de la nación. Su perfil queda completo cuando a su alrededor y sirviéndole, surge una élite que solo desea acumular poder y riquezas en menoscabo de las instituciones de derecho. (Daron Acemoglu y James A. Robinson, “Por qué Fracasan los Países”. Deusto, 4ta. Edición, 2012)

Hay esperanza. En el pasado, la opacidad en la administración pública y la manipulación de los medios tradicionales eran factores fundamentales para el éxito del “político chiquito”; sin embargo, hoy estamos en la era de la accountability y del predominio de las redes que tienden a satisfacer las demandas ciudadanas de transparencia total. Y en un mundo transparente, la verdad gana. (Dov Seidman, “how”. AGUILAR, 2013).

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