Hace 30 años, el siempre recordado Ambiorix Díaz Estrella, respetado dirigente político, con la gracia que le caracterizaba, me contó lo siguiente: “Pedro, en los 12 años de Balaguer, pronunciaba un discurso incendiario en una calle del barrio Pueblo Nuevo (Santiago), y mientras hablaba emocionado, noto que en un santiamén los compañeros me dejan casi solo; pregunto la razón y me dicen que en la otra esquina había dos mujeres semidesnudas, emburujadas entre arañazos y malas palabras, con la algarabía y apoyo del público; opté por ir al lugar y narrar el pleito”.
Si ocurre en la actualidad, de seguro lo graban, y quizás hasta fuera viral, porque están de moda los vídeos que presentan individuos peleando, especialmente los protagonizados por mujeres. Es un desagradable espectáculo.
La semana pasada, en un restaurante, observé a varios mozalbetes eufóricos frente a la pantalla de un iPad, presenciando la batalla y “jaladera de moños” entre dos jovencitas, como si estuvieran en el famoso circo romano. Sus rostros reflejaban locura, y sus gritos ausencia de educación y de amor.
Decidí escribir al respecto, y con esa única finalidad analicé algunos de esos vídeos. Y de verdad, requiere tratamiento de un profesional de la conducta, todo aquel que graba con su celular ese tipo de lucha, pudiendo evitarla o finalizarla. Y lo peor, a veces son varios los que actúan de igual modo. Y agregamos que su promotor, es decir, quien los envía o reenvía, también merece orientación. Algo anormal ocurre en su cerebro.
Eso sí, el trofeo de la debilidad mental lo conquistan las personas que se enfrentan. No se percatan de que cuando las graban es para burlarse de ellas. Son objetos que sirven de entrenamiento para los ociosos, para los vulgares, para los que carecen de sentido común.
Las redes sociales tienen su lado oscuro. Debemos ser muy cuidadosos al acceder y enviar mensajes por ese medio; de igual manera, estemos atentos al uso que le dan nuestros hijos y relacionados a sus aplicaciones, como el facebook, donde existen muchas manipulaciones, mensajes dañinos y absurdos consejos.
Sé de muchos que han recibido textos o imágenes inadecuados e indecentes, y luego han marcado, hasta de manera inocente, la opción ”compartir”, llegando toda aquella basura a sus contactos, donde están sus familiares, amigos y compañeros de trabajo.
La vergüenza que sufren es enorme, y no les queda de otra que excusarse públicamente, porque es natural que la gente asuma que lo que usted envía o lee en su computadora define su personalidad.
Tengamos cuidado con éste y otros temas delicados que aparecen con frecuencia en las redes sociales, por nosotros mismos, por nuestro entorno, por la sociedad.
