Crisis en el Sistema de Salud (1)

Lo sucedido en el Hospital Robert Reid Cabral hace apenas unos días, con saldo de 11 niños fallecidos en solo un fin de semana, pone de manifiesto la situación de la salud pública criolla y evidencia una situación que corresponde a la cultura…

Lo sucedido en el Hospital Robert Reid Cabral hace apenas unos días, con saldo de 11 niños fallecidos en solo un fin de semana, pone de manifiesto la situación de la salud pública criolla y evidencia una situación que corresponde a la cultura hospitalaria nacional. La destitución del ministro de Salud y de la directora del centro pediátrico de mayor importancia del sistema, son consecuencias directas del caso, pero no resuelven por sí solas lo que ha hecho crisis, aunque quedan muchas aristas por analizar. La conjunción de factores diversos que dieron lugar a esta lamentable situación, sigue latente y al acecho y empuja a dar un giro dramático de lo que se asume como “normal”, cuando de la salud oficial se trata. Basta un rápido paseo sobre lo que la realidad manifiesta tras los muros de cualquier estructura hospitalaria del sistema, al margen de los titánicos esfuerzos que se realizan desde la Presidencia de la República, que no logran borrar la percepción de: Si es público, tiene que ser malo o a lo sumo, mediocre. En toda instalación, funcionan 4 hospitales: el que opera desde el inicio de la mañana hasta cerca de las 2 de la tarde; el que lo hace en tanda de la tarde hasta cerca de las 8:00 p.m; el tercero, el hospital de la madrugada y el ultimo el hospital del fin de semana, y entre ellos lo único común es la calidad variable y pacientes y familiares, con un infinito menú de obstáculos. 

El perverso criterio de que el director de un hospital debe ser un médico, aunque con honrosos ejemplos, provoca yerros comunes: mala administración de presupuestos; ausencia de controles; fisuras y despilfarro; compras “inapropiadas”; manejo inadecuado del crédito; el “tollo” común en lo que a recursos humanos se refiere, entre otros. Baste el ejemplo del Hospital de Herrera, que administrado en su primera gestión por alguien distante de la medicina, creó una mística de trabajo que subsiste entre médicos, enfermeras y personal fundador, sentimiento que apuntala hoy su operación. No se tiene en cuenta la hoja de servicio de directores, que habiendo “depredado” un hospital, son enviados a otros a aplicar esa nefasta y negativa experiencia, en detrimento del usuario de escasos recursos  sin opciones de salud y en beneficio de unos pocos. Otros, de escaso criterio gerencial, pero de convenientes relaciones políticas, ponen en manos de terceros la compleja tarea administrativa que les fue confiada, bajo el supuesto de que tenían capacidad para ello o minimizando condiciones, para ser administrador exitoso de un hospital cualquiera. Es común que elementos no médicos, se enriquezcan de manera vertiginosa, aprovechando la falta de controles: encarecen servicios; cobran trabajos no realizados; suplen elementos de la más baja calidad o comprados a distribuidores locales y revendidos con precios brutalmente onerosos, que limitan la capacidad operativa del centro de salud.

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