Una mala cosecha o producción, en la actualidad, encuentra explicación y solución en la ciencia; pero cinco siglos atrás, en una isla bautizada como Quisqueya, significaba que en el mundo de los espíritus algo andaba mal.
La ira de los dioses había despertado. Entonces, era tiempo de empezar el ritual La Cohoba. Debía escogerse un hombre con facultades tan divinas que pudiera comunicarse con los dioses a través de drogas alucinógenas, quien introduciéndose una espátula por la garganta provocaba un vómito que serviría para su purificación.
El elegido era el Cacique, líder supremo del Cacicazgo, que luego de una fuerte inhalación de una sustancia que le causaría alteraciones en la percepción de su realidad, empezaba a entrar a un mundo desconocido y a manifestar el sentir de los espíritus.
Pero los dioses no vislumbraron que para 1492 la llegada de tres carabelas a su territorio golpearía brutalmente el sistema social y religioso de las tribus indígenas.
Con el objetivo de mantener vivas nuestras raíces culturales, fruto de la unión de las razas taína, europea y africana, se creó en el país, en 1973, el Museo del Hombre Dominicano, en la Plaza de la Cultura.
Las figuras de dioses hechas de barro, piedra, madera y algodón, custodiadas en el tercer nivel de la casa antropológica, trasladan a sus visitantes al mágico mundo de la cultura taína, quienes, según el guía turístico Guillermo Rodríguez, quedan impresionados con la elaboración de estos artefactos ceremoniales del período precolombino.
Las vitrinas de este histórico museo ilustran la vida religiosa y recreativa de los exóticos pobladores con representaciones ceremoniales como el reconocido Areíto, en el cual los indígenas de mayor edad transmitían sus historias a los jóvenes de las tribus de manera oral. Mediante bailes y cánticos recitaban sus mejores vivencias.
La casa antropológica alberga, además, una de las figuras religiosas más relevantes de la época, los cemíes, dioses que regían la vida espiritual de las familias, las tribus y los cacicazgos.
Recorrer las salas destinadas a trasmitir la cultura taína te embarca a un mundo mágico religioso; donde, a poca distancia de unos peldaños se encuentran representaciones de un sistema religioso distinto, llamado catolicismo.
Su último y cuarto nivel está reservado para la enseñanza de una cultura distinta a la taína, como lo fue la europea, sin dejar de lado las manifestaciones y expresiones de raíces africanas.
La diferencia que se percibe entre los artefactos y ceremonias religiosas celebradas a partir de 1492, y que se mantienen vigentes en la vida de la mayoría de los dominicanos, es muestra de que se está frente al monoteísmo de una religión, donde un solo Dios tiene la supremacía.
Los cuadros de diferentes santos adornan el lugar, y una casa de madera que simboliza las raíces campesinas dominicanas, lleva colgada la pintura de Jesucristo, conocido en el cristianismo como el Hijo de Dios y Salvador del Mundo. Dicha obra artística se comercializa bajo el nombre de Sagrado Corazón de Jesús.
Si algo en común tienen estas dos religiones, es que creen en la vida más allá de la muerte, pero se diferencian en la forma de manifestar sus creencias. El Museo del Hombre Dominicano posee un altar, donde no faltan los velones, que para los feligreses católicos alumbran el camino de las almas, hasta encontrar su destino.
Además, se pueden apreciar cruces de diferentes tamaños como símbolo de la muerte de Jesús, también conocido como el Cristo, personaje que dividió la historia en antes y después.
Hoy, las esculturas de tres líderes de las culturas: indígena, española y africana, como lo fueron Enriquillo, Fray Bartolomé de las Casas y Lemba, dan la bienvenida, desde la puerta frontal, a todo aquel que desee entrar a un misterioso museo que alberga santos y dioses.
Hace más de 500 años exploraron su entorno y del mismo hicieron cosas impresionantes. Hoy su historia es exhibida en el Museo del Hombre Dominicano, entidad encargada de mantener vivo el legado taíno, y plasmar en sus salas el surgimiento de la cultura dominicana. Sin embargo, sus carencias debilitan su misión.
Ubicado en la Plaza de la Cultura, en la avenida Pedro Henríquez Ureña, el popularmente conocido sólo como Museo del Hombre, desde su creación en 1973, en el gobierno de Joaquín Balaguer, continúa transmitiendo el conocimiento histórico de nuestros antepasados, a pesar de sus evidentes precariedades.
Hace meses que sus dos ascensores dejaron de funcionar, imposibilitando el paso a personas con dificultad para caminar y subir hasta su cuarto y último piso. Además, lleva décadas sin aire acondicionado, y según empleados del museo antropológico, sus alfombras nunca han sido cambiadas.
El descuido se retrata en los baños. Si bien es cierto que lucen limpios, no menos cierto es que apenas tienen agua, como lo necesario. En cuanto a papel higiénico, jabón de manos y otros servicios que se entiende deben recibir estudiantes, turistas, en fin, los visitantes, deja mucho que desear.
Además, leer indicaciones de nombres de algunas salas y los textos sobre periodos históricos, se torna complejo. Debido a las faltas de letras hechas en piezas de madera. A esto se le suma el mal estado en que están varias vitrinas en las que se exhiben el patrimonio cultural dominicano.
A pesar de ello, el museo antropológico recibe cada año miles de estudiantes que realizan la excursión en cumplimiento a las normas del sistema educativo dominicano. “Son Niños y jóvenes que no parecen interesarse en conocer su propia cultura, y quizás la falta de reacondicionamiento del lugar, es la causa, explicó un empleado del museo que servía de guía a los visitantes.
Es el caso de Heidi López, joven apasionada por el conocimiento antropológico, y quien asegura que para que una cultura no muera en la memoria de los pueblos deben forjarse una política cultural comprometida con las futuras generaciones, para que nadie ignore sus raíces.
Entiende que para lograr el desarrollo cultural en el país, hace falta algo más que una vitrina exhibiendo una pieza antigua, sino, que “hay que trabajar para fortalecer nuestros museos haciéndolo más atractivos y confortable”.
De su lado, Cristian Martínez, administrador de dicho museo, desde hace cuatro años, explica que desde que entró a formar parte de la administración ha externado su preocupación por la rápida intervención del también centro de investigativo, pero hasta el momento es poco lo se ha hecho, dijo.
Martínez está esperanzado en la reciente ley del Mecenazgo. La misma permite a empresarios su aportación económica de manera voluntaria para el sano funcionamiento de los museos dominicanos.
Entiende que “la cultura no es accesoria como el Estado cree, sino, que es esencial para el desarrollo de los pueblos”. Por lo que manifestó que el museo debe ser intervenido lo antes posible, y que su renovación costaría millones de pesos.
Indicó que hace dos años cotizó el precio de la instalación del aire acondicionado, y oscilaba en los 22 millones de pesos. Refirió que el museo no genera recursos para acondicionarse asimismo.
Cada estudiante paga 20 pesos para acceder a las galerías de la casa de exhibición antropológica. Mientras que a los turistas, quienes han dejado de frecuentar el lugar, y demás visitantes, le cuesta 100 pesos.
Pero según Martínez la mayoría de estudiantes que reciben son de escasos recursos y muchas veces, afirma, ha tenido que exonerarlos del pago.
Lamentó que estudiantes de colegios de nivel económico superior no asistan a dicha institución cultural. Entiende que el conocimiento histórico deben recibirlo todos, aunque el museo no esté en su mejor momento.
La arqueología es la ciencia que estudia la cultura a través de sus restos materiales y es el principal método de la Prehistoria. Pero si el organismo encargado de velar y profundizar en ella, no pueda renovar y hacer confortable su propia estructura física, entonces es poco lo que podría hacerse en investigaciones para impulsar el desarrollo cultural.
Dijo que recorrer el Museo del Hombre Dominicano es conocer sus raíces, por tal razón, se hace necesaria la intervención del Ministerio de Cultura, a través de la Dirección General de Museos, organismo encargado de preservar el patrimonio antropológico de la nación.
La Constitución Dominicana establece en su artículo 101 que “toda la riqueza artística e histórica, sea quien fuere su dueño, formará parte del Patrimonio Cultural de la Nación y estará bajo la salvaguarda del Estado, estableciendo la Ley cuanto sea oportuno para su conservación y defensa” Por lo que el Museo del Hombre Dominicano no debe quedarse al margen de esta disposición.