La reelección presidencial

Si el presidente Medina optara por la reelección, inducido por su alto nivel de popularidad, ninguno de sus dos antecesores tendría argumentos para oponerse a una reforma constitucional que lo permitiera, a menos que entraran en contradicción con&#8230

Si el presidente Medina optara por la reelección, inducido por su alto nivel de popularidad, ninguno de sus dos antecesores tendría argumentos para oponerse a una reforma constitucional que lo permitiera, a menos que entraran en contradicción con sus propias actuaciones. Leonel Fernández pronunció innumerables discursos sobre las virtudes del modelo estadounidense de dos períodos consecutivos. Tanto amor le tomó al puesto que modificó la Constitución para eliminarlo abriéndose así el espacio para un posterior regreso, a pesar de lo cual intentó sin éxito un tercer mandato a despecho de la traba constitucional que se lo impedía.

Hipólito Mejía auspició una reforma con el sólo propósito de postularse a una segunda presidencia, con todos los números en contra y con la abierta oposición de otros pretendientes de su partido. La experiencia culminó con una aplastante derrota y un regreso de Fernández, cuya salida del poder cuatro años antes, en el 2000, con un alto nivel de rechazo, parecía haberle liquidado como opción presidencial. En el breve periodo transcurrido desde la transición de 1994, el país ha sufrido tres procesos de reformas o cambios en la Constitución. Ninguno estuvo inspirado en el deseo o la convicción nacional de mejorar el sistema político, fortalecer los derechos ciudadanos y crear los sistemas de consecuencias y transparencia propios de toda democracia. En ese lapso se han cambiado también cantidad de veces la composición de los organismos electorales, atendiendo más a los intereses partidarios que a los de la colectividad.

Con tales antecedentes, y siendo Medina el único en capacidad de garantizar el poder al que se aferra con tanto fervor el oficialismo, si decidiera lanzarse a la aventura de la reelección, no encontraría, por lo menos en el PLD, ninguna resistencia que lo impidiera. La reforma a fin de cuentas sería sólo cuestión de votos.

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