Luis Fernando González: 40 años en Panamá tras secuestro de diplomática

Panamá.- Los lentes que usa Luis Fernando González Peña no pueden ocultar la sombra que cubre sus ojos al rememorar el secuestro de la agregada cultural estadounidense en el país, Bárbara Hutchison, hace 40 años, hecho en el…

Panamá.- Los lentes que usa Luis Fernando González Peña no pueden ocultar la sombra que cubre sus ojos al rememorar el secuestro de la agregada cultural estadounidense en el país, Bárbara Hutchison, hace 40 años, hecho en el cual participó junto a otros hombres cuando entendían que con la acción podían forzar la liberación de unos compañeros de lucha política en la temida época de los 12 años de Joaquín Balaguer.

El cautiverio de la diplomática y otras seis personas ocurrió el 27 de septiembre de 1974 y duró 13 días. Fue perpetrado en el consulado de Venezuela, ubicado en la avenida Bolívar, y tuvo como consecuencia el exilio del grupo, que era miembro del Movimiento Libertador 12 de Enero, tildado en aquellos años de guerrillero.

“Eran otros tiempos y otros modos de lucha”, dice el hombre, quien vive en Panamá, nación a la que fue desterrado junto a los demás ejecutores del secuestro.

En Panamá se quedó a vivir pese a que fueron amnistiados en el gobierno de Antonio Guzmán, en el 1979, época en la que pudo retornar al país. Pero ya había formado familia en la nación que lo acogió por lo que volvió y ahí lleva 40 años de los 64 que tiene. Eventualmente visita la República Dominicana porque su familia primaria sigue aquí.

“Queríamos la libertad de algunos presos políticos, entre ellos Plinio Matos Moquete y otros. No, no lo logramos, fue un rotundo fracaso para nosotros, lo único que logramos fue salir con vida”, refiere mientras conversa y toma el sorbo de una bebida en el restaurante en la capital de Panamá, donde ofreció la entrevista. El ruido propio de los comensales no impide su relato.

Sobre el tiempo del secuestro, recuerda que fue muy tenso y matizado por varias negociaciones. “Fueron 13 días intensos, 13 días de zozobra, con el hostigamiento constante, fundamentalmente en la noche por las Fuerzas Especiales, pero bueno, lo pasado, pasado… salimos de ahí por un grupo de periodistas, monseñor (Hugo Eduardo Polanco Brito) participó, y creo que el embajador de México y de Panamá, o sea, participaron varias personalidades en el proceso de negociación….ellos lograron convencer al Gobierno de que nos dejaran salir hacia un país que se ofreciera, en ese entonces Panamá y así llegamos aquí”.

Al cuestionársele si se arrepiente de haber participado en el secuestro de un diplomático, enfática y pausadamente contesta que no, y argumenta que el gobierno de Joaquín Balaguer de ese tiempo no daba espacio a otro tipo de respuesta.

“Bueno, yo no estoy arrepentido, en esa época los métodos de lucha… el Gobierno no dejaba… el sistema en esa época era la lucha violenta, la política que Balaguer desarrolló contra los revolucionarios fue totalmente violenta, contra los militares constitucionalistas fue una cacería humana, diariamente muertos que aparecían y no había alternativa. Balaguer impuso una política de violencia, como el método de lucha para combatir esa posición fue en base a la violencia, los revolucionarios contestamos de la misma forma, si hubiese habido una apertura, un abanico como hoy existe, bueno son situaciones históricas que no… toda América Latina estaba manejada como dictadura, la única respuesta era la lucha violenta”, agrega.

También resalta que la relación mantenida con la diplomática durante el secuestro fue de respeto y que nunca hubo un maltrato. “Sí, había una buena relación con ella, bueno dentro de las circunstancias. Posteriormente ella dio unas declaraciones en las cuales manifestó que no sentía ningún resentimiento hacia nosotros, la respetamos, nosotros siempre tuvimos una actitud de respeto y de consideración con ella dentro de las circunstancias, no hubo ningún acto violento”, rememora.

Vigilados por Noriega

Cuando llegaron a Panamá, Manuel Antonio Noriega, quien posteriormente se convertiría en dictador de la nación, era el encargado de la vigilancia del grupo, pues era jefe del Servicio de Inteligencia G-2 de la Guardia. A la sazón tenía el rango de teniente coronel. Luis Fernando dijo que el militar mantuvo una buena relación con todos ellos, especialmente con Radhamés Méndez Vargas, de quien se hizo amigo. Señala que solo tuvo contacto con él en un par de ocasiones, pero que nunca de manera personal.

“Sí, lo vi en dos ocasiones, él era muy amigo de Radhamés. Casi todas las diligencias legales nuestras las hacíamos a través de Radhamés. Y Noriega, al momento de nosotros llegar, era jefe del G-2 y así se crea la relación con nosotros, porque el G-2 era el que nos daba básicamente seguimiento, o sea, nos chequeaba, nos controlaba, era el que nos daba los permisos legales para poder movernos en Panamá”, explica y expresa que el trato de Noriega hacia el grupo fue normal y sin ningún tipo de persecución ni vejaciones.

Recuerda que al primer lugar que fueron llevados cuando llegaron al país fue a la sala 12 del Hospital Santo Tomás y que de ahí los trasladaron al Hotel Central, que estaba ubicado próximo a la Presidencia. “Y ya después de ahí nosotros comenzamos a ubicarnos, el primer trabajo que tuvimos fue con el Gobierno. En el hospital duramos alrededor de 20 días, después duramos unos dos meses en el Hotel Central, en Catedral, en San Felipe, que era el sitio donde se hospedaban los exiliados”, indica.

Una nueva vida

“En Panamá nunca me sentí extranjero”, con esas palabras Luis Fernando resume la vida que ha hecho en ese país, en el cual se casó y procreó a sus tres hijos. También desarrolló su propio negocio, el cual inclusive cuenta con varios empleados panameños. “Aquí me gradué de hombre, hice mi vida, me casé con una panameña, tenemos tres hijos, uno de 35 años que es licenciado en Finanzas, la hembra que ya tiene 28 años y es piloto, y el más chico que todavía está estudiando negocios internacionales en la universidad”.

Dice sentir mucho agradecimiento por la nación que lo acogió. “Mira, Panamá es un país que por lo menos al extranjero no lo hostiga, yo nunca he sentido esa presión de extranjero, yo llegué a Panamá por la circunstancia que te mencioné y yo rápidamente me acoplé”, agrega.

“Mi familia en República Dominicana se dedica al negocio de lo que es la estructura metálica, herrería, etc. Cuando llegué aquí tuve que comenzar a laborar, a asumir compromisos, pues yo instalé un negocio de esa misma naturaleza y hasta hoy en día. Ya eso es lo que tenemos, tenemos un negocio de estructura metálica, construcciones de motores eléctricos y así. No tengo nada, no necesito nada. Ello me ha permitido educar a mi familia y que no nos falte nada”.

El secuestro

Además de Luis Fernado González Peña y Radhamés Méndez Vargas, el secuestro fue materializado por Francisco Pascual Santana Montero, Rafael Contín Almánzar, Rolando Barinas Pérez, Colombino Luis María Pérez y Rafael María Pacheco. Junto a Bárbara Hutchison, quien fue raptada a punta de pistola en una calle y llevada al consulado de Venezuela, estaban secuestrados el cónsul y vicecónsul de esa nación, Jesús Gregorio del Corral y Valdemar Alvarado, respectivamente.

También las secretarias Dulce Mejía y Ambrosina Ares, además un chino de nombre Pablo Chao y el sacerdote español Santiago Fuertes. Además de la liberación de los presos políticos, pedían un millón de dólares y un avión para salir del país.

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