Exportaciones: y ahora, ¿quién podrá defendernos?

Entre 2006 y 2011, las exportaciones hacia Haití jugaron un papel estelar. Evitaron el descalabro de las exportaciones totales. A mediados de la década pasada, las reglas del comercio mundial de textiles cambiaron, reduciendo el acceso preferencial&#823

Entre 2006 y 2011, las exportaciones hacia Haití jugaron un papel estelar. Evitaron el descalabro de las exportaciones totales. A mediados de la década pasada, las reglas del comercio mundial de textiles cambiaron, reduciendo el acceso preferencial de las confecciones textiles ensambladas en el país al mercado estadounidense, y con ello las exportaciones a ese mercado. En paralelo, las exportaciones hacia Haití se incrementaron de manera sostenida, neutralizando la retirada en el mercado estadounidense.

Un informe del Observatorio Dominicano de Comercio Internacional (ODCI) da cuenta de ello. Revela que entre 2006 y 2011 las exportaciones hacia Estados Unidos cayeron en cerca de US$ 721 millones, mientras las exportaciones hacia Haití aumentaron en US$702 millones, y las dirigidas a otros países apenas cambiaron.

Este cambio se dio en mucho al margen de las políticas nacionales, porque no fueron ellas las responsables del nuevo auge exportador hacia Haití. En todo caso actuaron contra todas las exportaciones porque en el mejor de ellos permitieron, y en el peor accionaron para que la tasa de cambio se desplomara sacrificando las exportaciones y el empleo, sin que la gente pudiera percibir beneficios significativos porque los precios no bajaron.

Los grandes perdedores de este cambio exportador fueron las empresas de zonas francas que ensamblaban textiles y sus trabajadores, y el gran ganador fue el sector industrial dominicano, que encontró en el haitiano una extensión de su propio mercado (vale aclarar que el auge de uno y la debacle del otro no estuvieron directamente vinculados). Desafortunadamente, la compensación fue en divisas pero es muy poco probable que en empleos porque las industrias nacionales que exportan a Haití seguramente crean menos empleos por dólar exportado que las empresas de ensamblaje de ropa de zonas francas.

Sin embargo, de 2011 en adelante, otra ha sido la historia. Las exportaciones hacia Haití han perdido impulso a medida que la “etapa fácil” de penetración en ese mercado se ha venido agotando. Entre 2004 y 2011, crecieron, en promedio, en US$133 millones por año. En contraste, en 2012 y 2013 lo hicieron en menos de US$15 millones, casi una décima parte de lo observado en el período anterior.

Algunos de los productos de exportación más destacados se han estancado o han retrocedido. Por ejemplo, entre 2011 y 2013 las exportaciones de plásticos, varillas, pastas alimenticias, harinas y detergentes se redujeron, mientras otras como cemento, productos de papel y cartón, bebidas alcohólicas y abonos crecieron poco. Las que evitaron una caída del total exportado fueron las de algunos alimentos diversos, las de aceites comestibles, y muy especialmente las de textiles asociadas a las operaciones transfronterizas de zonas francas. De no haber sido por éstas últimas, los números del comercio binacional hubieran caído en rojo.

En pocas palabras, es muy probable que hayamos llegado hasta donde se podía llegar haciendo poco. Difícilmente el mercado haitiano vuelva a servirnos de tabla de salvación, y su crecimiento natural no halará nuestras exportaciones de una forma que haga una diferencia importante.

Este pobre desempeño reciente ha contribuido a que el crecimiento de las exportaciones no mineras del país se haya ralentizado. Entre 2010 y 2011, el crecimiento medio anual de las ventas al exterior distintas de minerales fue de 15%, pero entre 2012 y 2013, cayó hasta menos de 7%.

Habrá quienes argumenten con entusiasmo que las exportaciones han sido dinámicas en los últimos años. Después de todo, desde 2010 han crecido a un ritmo promedio anual de más de 16%. Pero cuando descontamos el oro y otros minerales, el desempeño es mucho menor. Entre 2009 y 2013, casi el 40% del crecimiento exportador se debió a los minerales, y entre 2011 y 2013 subió hasta 52%.

Por otro lado, siendo que el 85% de las exportaciones mineras de 2013 correspondieron a oro, y que el precio de ese metal está en declive, tampoco eso parece que hará la diferencia en los próximos años. A esto se suma que, aparte de las preocupaciones ambientales, el impacto de la minería en la economía depende críticamente de cómo el gobierno gaste los recursos extraordinarios que recauda, porque en empleo y compras nacionales, es muy poco el efecto.

Entonces, como diría aquel famoso personaje: “Y ahora, ¿quién podrá defendernos?” Por enésima vez: la tarea de impulsar el desarrollo productivo y exportador es ineludible.

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