A un año de tu partida…

Un largo año de marcadas ausencias, de añoranzas multiplicadas, de espacios vacíos empapelados de recuerdos y de la rabia sorda ante la aplastante realidad de que ya no estás. Ayer fue el primer aniversario de tu, aun sin asimilar, partida, con…

Un largo año de marcadas ausencias, de añoranzas multiplicadas, de espacios vacíos empapelados de recuerdos y de la rabia sorda ante la aplastante realidad de que ya no estás. Ayer fue el primer aniversario de tu, aun sin asimilar, partida, con el número 23 como si fuera un signo. Marcas que señalaron tu llegada a este “valle de lágrimas” y tu angustiante ida hacia más allá de mi escaso entendimiento, que no alcanza el consuelo de aquellos a los que sus creencias religiosas, dan el alivio de las certezas. Tan especial fuiste, que aprovechaste la distancia para abandonar tu dañado cuerpo, como si hubieras decidido tu ida, iniciando el inescrutable viaje que nos espera a todos los que compartimos la humanidad. Persiste mi inconformidad infinita ante las consecuencias de una inexcusable impericia clínica, vergonzante experiencia para la ortopedia dominicana, en vía contraria a lo que los aplastantes “protocolos” médicos indican. En mis infinitos altibajos emocionales, alternan los intentos de equilibrar sentimientos con el rechazo visceral a reconocer las fragilidades del cuerpo y la brevedad de la vida, donde 44 años de unión no fueron espacio suficiente para realizar todos los planes y proyectos que el amor nos hizo construir. Doy gracias por la intensidad de la vida en común que compartimos y el núcleo de familia que formamos, siempre contigo como eje.

Bálsamos han sido los hijos, con sus particulares personalidades, que con dolor individual y razones propias, han construido una nueva realidad, aportando compañía y comprensiones, llenando espacios para alejar el dañino tormento de la soledad. Las nueras, columnas vitales del núcleo familiar propio, han sido ángeles con misiones definidas, que aportan sazón a mi vida, convirtiéndose en las hijas que la biología de pareja, no nos permitió engendrar. Las personas cercanas que han conocido mis tristezas, llantos y rebeldías, con los que he compartido profundas inconformidades y dolores íntimos, han sabido con sus infinitas tiernas receptividades, dar alivio a las heridas del alma y orientarme cuando he extraviado el rumbo de la paz interior. Los nietos, que dieron profundo sentido a nuestra existencia, esos que trajeron tantas alegrías aparejadas con sus llegadas y cuyo amor es lo mejor que me dejas, son las medulares razones para enfrentar las dificultades del presente y las incertidumbres del futuro. ¡Qué hermosa herencia me dejas en las niñas y el varón que compartieron contigo esas complicidades de abuela “clueca”, objetos de tu infinita creatividad y talento artístico, adornos de tu recia personalidad! Dejaste rutas trilladas, que acabamos de recorrer como familia, sintiendo el brazo de tu presencia y el fuerte sentido de la dirección que primó en tus acciones terrenales y que percibimos en discretas manifestaciones. Si existe otra vida, llenarás de orquídeas todos los caminos y como en esta, las flores serán tu signo, mientras multiplico tus recuerdos hasta encontrarnos.

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