Declaración y bienes

En el manifiesto interés discursivo para que los bienes públicos sean administrados con transparencia, limpiamente, se establecen las normas para mejorar los controles y la fiscalización de los gastos.Entre las medidas están las famosas…

La declaración de bienes

En estricto cumplimiento de una ley aprobada en el 2009, el gobierno español de entonces publicó en el boletín oficial del Estado,…

En el manifiesto interés discursivo para que los bienes públicos sean administrados con transparencia, limpiamente, se establecen las normas para mejorar los controles y la fiscalización de los gastos.

Entre las medidas están las famosas declaraciones juradas de bienes, mediante las cuales las personas con responsabilidades en el gobierno, y particularmente, con funciones a cargo o bajo supervisión de recursos públicos, deben informar a la ciudadanía el estado de cuentas o propiedades, cuando entran y cuando salen de la Administración.

La vigencia de la ley No. 311-14, a partir del 8 de agosto, cuando fue promulgada, ha dado pie para que haya más de una interpretación sobre la misma, incluso, de parte de ciertas instancias públicas.

Ante la situación, la Cámara de Cuentas de la República Dominicana ha debido plantear que con la promulgación, la ley entra en vigencia con todo su vigor y que es de su competencia vigilar y controlar su aplicación, y en tal virtud, trata de poner las cosas en orden.

En efecto, hoy es la fecha límite para que “todo funcionario público que haya sido designado, ratificado o cesado en sus funciones en una fecha posterior a la promulgación de la ley”, haga su declaración. Pero la Cámara de Cuentas, en atención a la misma ley, les ha dado un plazo de 30 días para que hagan el papeleo y la depositen.

Lo que no se entiende es por qué una cuestión que es una ley, y como tal debe ser acogida por todos los incumbentes, tiene que generar reticencias y hasta interpretaciones distintas sobre el período de aplicación.

Más aún, se supone que debía ser de interés de quienes desempeñan puestos públicos presentar su patrimonio, dado el hecho de que como servidores públicos pueden ser objeto de cuestionamientos mientras estén en los cargos o a término.

¿Por qué resistirse, por qué pretender rehuir el cumplimiento de una norma, y como tal, obligatoria? ¿Qué se esconde?

Se presume que a la Administración Pública se va a servir, no a servirse o ser servido. 

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En estricto cumplimiento de una ley aprobada en el 2009, el gobierno español de entonces publicó en el boletín oficial del Estado, el patrimonio de todos sus ministros y altos funcionarios. En nuestro país existe una vieja legislación similar que muy pocos acatan porque, a diferencia de España, un cargo público en República Dominicana es una patente de corso; una licencia para hacer de las influencias y poderes derivadas de las funciones en el gabinete o en altas funciones del Estado cualquier cosa. Y cuando digo esto último todos saben a qué me refiero: a la capacidad de actuar como si se tratara de una propiedad privada o un feudo personal.

El patrimonio de los altos cargos españoles de entonces proporcionaba una idea fiel de la tétrica situación en que nos encontramos en materia de transparencia y pulcritud. Tenemos, por ejemplo, que el más rico de todos los miembros del gabinete español en el 2009 era la ministra de Ciencia, Cristina Garmendia, con un patrimonio de 7.4 millones de dólares (cinco millones de euros), fortuna probablemente inferior a la de cualquier funcionario nuestro de bajo nivel llegado al puesto en condiciones de estrechez extrema, tradición de la política nacional que todos los gobiernos han respetado bajo la añeja máxima de “hoy por ti, mañana por mí”.

El menos afortunado del gabinete español era la ministra de Igualdad, y esto es pura coincidencia, Bibiana Aído, con un patrimonio de sólo 57,800 dólares, lo que haría llorar a cualquiera de sus colegas dominicanos, con la posibilidad, empero, no dada a sus pares españoles, de resolver esa situación en pocas semanas de ejercicio. España será más rica y próspera que nuestro país, pero su jefe del gobierno, el presidente  Rodríguez Zapatero, era un “pobre infeliz” con un patrimonio de sólo 310,000 dólares, por lo que tal vez debió asesorarse de algún colega dominicano.

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