La ley es la ley

Al legislar, los congresistas buscan establecer marcos de legitimidad y legalidad en todo cuanto hacen los ciudadanos, por lo que el alcance de las leyes es de igual magnitud y obligatorio cumplimiento para todos, sin diferencias de credo, raza o…

La ley es la ley

Dice un buen amigo mío, que de tanto estudiar el comportamiento de la gente se ufana de ser sociólogo empírico, que hay que estar preparado para el disfrute de la fama y el dinero. Si se cree en la justicia y se exige transparencia…

Al legislar, los congresistas buscan establecer marcos de legitimidad y legalidad en todo cuanto hacen los ciudadanos, por lo que el alcance de las leyes es de igual magnitud y obligatorio cumplimiento para todos, sin diferencias de credo, raza o posición social y económica. Con la excusa de procurar que bajen sus costos de producción, pero en violación a disposiciones constitucionales y legales vigentes, me informan que la empresa minera Barrick Gold está por montar ahora, justo dentro del área de sus instalaciones en Pueblo Viejo, Cotuí, ¡una fábrica de explosivos! lejísimo de cualquier tipo de control, supervisión y fiscalización adecuada y apropiada, reservada exclusivamente por la ley para ser llevada a cabo por las Fuerzas Armadas. Con ese propósito, como ha de suponerse y conociendo a nuestros personajes, hay un intenso trabajo de lobby en diferentes instancias, a los fines de que el engranaje decisorio para autorizar la instalación de esta fábrica de ¡explosivos! otorgue su visto bueno, aún cuando la Constitución, en su título XII, capítulo I, artículo 252 reza así: “La defensa de la Nación está a cargo de las Fuerzas Armadas y a ellas corresponde la custodia, supervisión y control de todas las armas municiones y demás pertrechos militares, material y equipos de guerra que ingresen al país o que sean producidos por la industria nacional, con las restricciones establecidas en la ley”, y que de acuerdo con la Ley 262 sobre Sustancias Explosivas, “el control y vigilancia de las actividades y operaciones industriales y comerciales que se realicen con armas, municiones, explosivos, artificios y sustancias químicas estará a cargo de las FFAA. ¡Huuum…!

Eugenia Gil

Durante el fin de semana falleció, a la edad de 90 años, Eugenia Gil Durán, tronco de una numerosa, muy unida y muy productiva familia con raíces en Hostos y Villa Riva, provincia Duarte, abuela de mi hijo Fénix Leonardo, lo que me une profundamente a su dolor. Un alma muy buena. Que en paz descanse…

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Dice un buen amigo mío, que de tanto estudiar el comportamiento de la gente se ufana de ser sociólogo empírico, que hay que estar preparado para el disfrute de la fama y el dinero.

Si se cree en la justicia y se exige transparencia en las decisiones de jueces y fiscales, hay que entender que la ley es la ley, aplicable para todos y que entra por casa, a menos que se mantenga ese predicamento mientras en la práctica nos dedicamos a hacer todo lo contrario, con desprecio de lo ético y del ejemplo con que deberíamos procurar ser acreedores de credibilidad.

El flamante cabecilla de la no menos flamante fundación, abanderada de uno de los temas punta de lanza de los reclamos de la denominada sociedad civil, parece que tiene otro enfoque del respeto a la ley o en verdad se considera un poten-tado autorizado para violarla. Me cuentan que hace pocos días este personaje se desplazaba con gran rapidez por una de las principales avenidas de la capital, violación de la luz roja de varios semáforos incluida, y fue mandado a detener por agentes de la Autoridad Metropolitana de Transporte, tanto por la excesiva velocidad a la que conducía como porque el vehículo que manejaba no portaba ni tenía placa a la vista.

Al detenerse, su ofensiva verbal contra los agentes no se hizo esperar, acompañada de expresiones impublicables, reclamando respeto “para una figura como yo”. A todo esto, se agrega que el hombre dejó en manos de los uniformados su licencia de conducir y una tarjeta de presentación, dándose a la huida a toda marcha para acudir directo a uno de los programas-bocinas de la radio y denunciar que fue desconsiderado y atropellado “por agentes abusadores de la AMET”, cuando en verdad él estaba en falta, conducía temerariamente poniendo en riesgo la vida suya de otros ciudadanos y creyó que siendo boca dura (“¡¿Ustedes saben quién soy yo?!”, repetía desaforadamante) iba a intimidar a quienes lo llamaban al orden. Así no, mi querido doctor. La ley es la ley, y hay que respetarla. A veces, debemos bajar de las nubes en que creemos estar… l

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