¿Por qué los precios no bajan?

El hecho de que la reducción en los precios de los combustibles no haya inducido a una reducción perceptible de los precios de bienes y servicios ha generado cierta ansiedad en parte de la opinión pública. Muchas personas se preguntan porque si…

El hecho de que la reducción en los precios de los combustibles no haya inducido a una reducción perceptible de los precios de bienes y servicios ha generado cierta ansiedad en parte de la opinión pública. Muchas personas se preguntan porque si cuando los precios de los hidrocarburos suben de manera significativa el nivel general de precios tiende a subir, en el caso contrario no sucede lo mismo.

Hay quienes han argumentado que es cuestión de tiempo, y puede haber algo de eso. Pero probablemente la razón fundamental es que en un conjunto significativo de mercados, las empresas tienen el suficiente poder como para traspasar rápidamente los aumentos de costos a sus precios, y para sostener sus precios cuando sus costos bajan. En otras palabras, son capaces de mantener o incrementar sus tasas de rentabilidad.

Esto generalmente ocurre cuando unas pocas empresas dominan el mercado y hay poca competencia. En escenarios como ese, en vez de competir, las empresas tienden a ponerse de acuerdo de manera explícita o implícita para fijar los precios de sus mercancías. También puede ocurrir cuando, a pesar de haber muchas empresas, éstas logran ponerse de acuerdo. A estas prácticas se les denomina fijación monopólica de precios. Para ello no tiene que haber un monopolio; es sólo una forma de nombrarle a una situación cuyo caso extremo es el monopolio.

Esta capacidad de fijar precios se acrecienta cuando las mercancías que venden tienen pocos sustitutos en el mercado (por ejemplo, azúcar y aceites) y cuando se consideran imprescindibles por lo que el cambio en el precio no hace que la demanda cambie mucho. Como los y las clientes tienen pocas alternativas, las empresas que dominan el mercado tienen mucho más espacio para subir precios y extraer riqueza de sus clientes.

Un estudio reciente de Dirección General de Impuestos Internos (DGII) provee evidencia del nivel de concentración de mercado que existe en República Dominicana. Los mercados concentrados son aquellos en los que unas pocas empresas son dominantes, explicando un porcentaje muy elevado de las ventas totales.

De los 46 mercados estudiados, la DGII encontró que 20 de ellos (43%) se consideraban altamente o moderadamente concentrados, y 26 (57%) no concentrados. Además, encontró que la concentración es particularmente elevada en el sector industrial comparado con la agropecuaria y los servicios.
Esto se debe a que en la industria tiende a haber economías de escala; esto quiere decir que la tecnología disponible es para producir grandes volúmenes lo que hace que el número de empresas que “caben” en el mercado sea reducido. Pero no sólo hay economías de escala en la fabricación sino también en la distribución, lo que le da ventajas a las empresas establecidas frente a potenciales entrantes.

Algunos de los mercados más concentrados y cuyo comportamiento de precios la población puede percibir fácilmente son los de cervezas, aceites comestibles, ron, azúcar, productos lácteos, jabones y detergentes, cemento, bebidas no alcohólicas, y productos cárnicos. En todos ellos, el precio de los combustibles puede tener un peso importante en su producción y distribución. Esto supondría que la rebaja en los combustibles debió haber sentido en los precios, pero como son un puñado de empresas las que dominan, es probable que los menores costos simplemente se hayan transformado en mayores ganancias.

No siempre un mercado concentrado implica precios y ganancias más elevadas. Es posible que aún siendo pocas, las empresas no se pongan de acuerdo y terminen compitiendo intensamente igual que si hubiera muchas.

De todas maneras, la concentración de mercado es un riesgo para la competencia y para una distribución más justa de la riqueza porque puede hacer que unos pocos ganen mucho de manera inmerecida. La falta de competencia debe ser uno de los mecanismos de concentración de la riqueza más importantes y más ignorados, y menos reconocidos y estudiados en el país.

Esto debe obligar al Estado a vigilar la concentración de los mercados y el comportamiento de las empresas en ellos. Ese es el rol que debe jugar la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, conocida como Pro-Competencia, cuyo accionar concreto ha brillado por su ausencia.

Lograr una sociedad más justa pasa por evitar que las empresas dominantes exploten a los clientes, aplasten a la competencia y obtengan beneficios ilegítimos. Para eso, el Estado tiene que dejar atrás la cobardía y la irresponsabilidad de décadas y empezar a hacer lo que nunca ha hecho y siempre debió.

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