Una sociedad dividida con ayuda de la Iglesia

El ecumenismo, o búsqueda de la unidad entre todos los cristianos, es una tarea inconclusa que viene zigzagueando desde que en el año 325 de nuestra era el emperador romano Constantino I convocó a todos los obispos de la Iglesia Católica para…

El ecumenismo, o búsqueda de la unidad entre todos los cristianos, es una tarea inconclusa que viene zigzagueando desde que en el año 325 de nuestra era el emperador romano Constantino I convocó a todos los obispos de la Iglesia Católica para celebrar en Nicea, o ?znik, ciudad de la actual Turquía, el primer Concilio Ecuménico, y cuyo objetivo fundamental era buscar la unidad entre todos los cristianos que se mantenían divididos.

1,639 años después, la iglesia seguía tan dividida que el Papa Pablo emitió, en fecha 21 de noviembre de 1964, su Decreto Ecuménico Unitatis Redintegratio, cuyo proemio enfatiza: “promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos”; y no obstante la validez de ese Decreto Ecuménico, la iglesia no sólo sigue dividida internamente, sino que muchas veces asume posiciones públicas que contribuyen a una innecesaria división de la población.

Recordemos que las Iglesias Católicas de San Juan, Barahona y Santiago de los Caballeros unieron fuerzas para presionar al Gobierno de Danilo Medina para que violara la Ley de Áreas Protegidas 202-04 y abriera una innecesaria carretera de montaña para interconectar a San Juan de la Maguana con Santiago de los Caballeros, y dañar los parques nacionales José del Carmen Ramírez, Armando Bermúdez y Manolo Tavárez Justo, postura que dividió tanto a los sanjuaneros como a los santiagueros, pues mucha gente sensata estaba en desacuerdo con esa perjudicial propuesta vial que finalmente fue dejada sin efecto por el propio Presidente Medina.

Del mismo modo, la Iglesia Católica de La Vega asumió una posición rígida y hostil en contra de la posible explotación minera de la loma de Miranda, posición que dividía al país porque no era compartida por otras Iglesias, ni por otras instituciones representativas de diferentes sectores productivos, y al igual que en el caso de la carretera San Juan-Santiago, requirió la intervención responsable del Presidente Medina para poner las cosas en su correcto lugar, Presidente que tuvo el valor de devolver el populista proyecto de ley que declararía a la loma de Miranda como parque nacional, porque, tal y como previamente nosotros habíamos dicho al Congreso Nacional, ese proyecto violaba la Ley Minera 146-71, violaba la Ley Ambiental 64-00, y violaba el Estado de Derecho; pero la Iglesia nunca reparó en esas violaciones legales, y en pos de lograr su propósito, algunos de sus representantes llegaron al extremo de exagerar deliberadamente los méritos ambientales e hidrológicos de Miranda, y hasta llegaron al colmo de violar las propias leyes de la Iglesia al levantar falsos testimonios y calumnias contra todo experto, comunicador, o funcionario, que opinara distinto a la Iglesia; y una Iglesia que permite mentir y calumniar va mal, muy mal.

Pero apenas iniciado el respiro de paz luego de la guerra de insultos católicos por la loma de Miranda, ahora la Iglesia Católica de Santo Domingo propicia una nueva división de nuestra población, al presionar al Congreso Nacional, e incitar a la población, para que rechacen las válidas observaciones hechas por el Poder Ejecutivo a los artículos 107, 108, 109 y 110 del nuevo Código Penal, referentes a la tipificación penal de la interrupción del embarazo, pues mientras los médicos entienden que hay casos especiales donde el aborto se justifica para poder salvar la vida de una madre en peligro de morir por complicaciones propias del embarazo, y mientras la sociedad entiende que una joven violada por un delincuente, o por un pariente, tiene derecho al aborto, la Iglesia continúa aferrada a criterios ortodoxos medievales, y quiere imponerle al Estado, y a toda la sociedad, criterios válidos dentro de un dogma asumido por una Iglesia que agrupa a una parte de la población, pero inválidos en una legislación que aplica para toda la nación.

El papel social de nuestra Iglesia debe ser propiciar la unidad y la paz, nunca la división, ni mucho menos la confrontación, y por tal razón, el Papa Francisco deberá redoblar sus esfuerzos en procura de presentar una nueva Iglesia, más unida y más actual, porque algunos de sus máximos representantes han asumido discursos y acciones que contribuyen más a la división de la población y al descrédito que reduce la lista de creyentes en la Iglesia de hoy, en lugar de construir ese necesario puente ecuménico tan anhelado ayer y hoy. Prediquemos la unidad.

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