Las primeras bolas

“Oigan la última, fulanito va a apoyar a sutanito en las próximas elecciones”, eso es “una bola”, de esas que estamos acostumbrados a leer y escuchar. Esta pelota no está hecha de cuero o caucho, su componente esencial es un órgano llamado&#82

“Oigan la última, fulanito va a apoyar a sutanito en las próximas elecciones”, eso es “una bola”, de esas que estamos acostumbrados a leer y escuchar. Esta pelota no está hecha de cuero o caucho, su componente esencial es un órgano llamado lengua.

En nuestras campañas políticas se acostumbra a lanzar bolas, y en algunos casos, bolazos, porque golpean duro, con total mala fe, “obligando” al agredido a defenderse con igual intensidad. Sin esos lanzamientos nuestra política fuera muy seria y respetuosa, hasta aburrida dirían algunos, lo que no encaja con nuestro espíritu caribeño y silvestre, o al menos con nuestra absurda tradición, cosa que de ningún modo aplaudo, por si acaso.

Vivimos en una eterna guerra de primeras bolas. En política es el pan nuestro de cada día. Esto significa expresar embustes, tergiversar la verdad, buscar destruir reputaciones, inventar cosas para que la gente lo crea. Hay lanzadores expertos en la materia, haciendo la salvedad de que no siempre dan la cara, que actúan como peloteros secretos, pues recordemos que en el béisbol cuando el bateador no conoce al lanzador, lo pueden ponchar fácilmente. Aquí las primeras bolas son un misterio en su origen.

Eso sí, hay políticos que aborrecen el anonimato. Se promueven como los mejores lanzadores de la primera bola, incluso aunque no la hayan tirado, pero los demás juran que fueron ellos. Es imposible que sobrevivan fuera de la lomita.

Hay primeras bolas que dan prestigio e importancia, que son la carta de presentación para lograr posiciones en el partido o en el gobierno. “Ya es seguro, los americanos nos van apoyar, lo escuché de una fuente segura”, anuncian sonrientes, con aire de grandeza.

En la política, al igual que en el béisbol, hay muchas ligas, con lanzadores de bolas de diversas categorías. Veamos las ligas menores, con los lanzadores de la base, esos que tiran bolas para ser atrapadas por el pequeño círculo que les rodea. Aquí las primeras bolas no son primeras, son repeticiones de otras que tal vez tampoco sean primeras. Son bolas de quinta categoría, productos de discusiones callejeras, de juegos de dominó y de tragos. Son lanzamientos que no causan daño.

Las peligrosas son las de las ligas mayores. En el play los lanzadores están entrenados. Saben muy bien lo que hacen y las repercusiones de sus lanzamientos. Sus bolas son calumnias para golpear al bateador, sin importarle que el bolazo luego se le pegue al receptor o al árbitro. Aquí no existen escrúpulos. El mejor lanzamiento es el que destruye para siempre.

Por suerte está la fanaticada, que observa y juzga, que ya no se engaña fácilmente, que sabe cuando un lanzador es limpio o marrullero.

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