Lecciones de Francisco

Jorge Mario Bergoglio, Francisco, el Papa, llegó a Roma desde Buenos Aires para que todos nos demos cuenta que no es más que Pedro, una expresión de la voluntad de Dios, que tiene responsabilidades y deberes, que no llegó para ser servido, sino…

Jorge Mario Bergoglio, Francisco, el Papa, llegó a Roma desde Buenos Aires para que todos nos demos cuenta que no es más que Pedro, una expresión de la voluntad de Dios, que tiene responsabilidades y deberes, que no llegó para ser servido, sino para servir, con los pies bien firmes sobre la tierra.

Y como no se siente una expresión única de divinidad, simplemente gobierna su iglesia y trata de encauzarla por el sendero más elevado de la bondad, de la fe y de la esperanza.

No ha tomado un látigo para castigar, sino la palabra para educar y decir la verdad, llanamente. Y habla a las almas, a las personas.

Pese a la vitalidad de sus expresiones no se siente por encima de los demás. Es un ser humano, y por eso, aquella famosa expresión cuando regresaba de Brasil, de quién soy yo para decidir quiénes entran o salen del reino del Señor, si todos somos hermanos dispuestos a amarlo.

Ahora, después de un vibrante sermón sobre determinadas conductas de sus colaboradores y sacerdotes, se ha autocriticado sin sonrojo, muy honestamente. “No quiero concluir este encuentro sin pediros perdón por mis errores y los de mis colaboradores y también por algunos escándalos que han hecho tanto daño… ¡Perdonadme!”.

Pero antes agradeció la colaboración de quienes lo ayudan a cumplir su misión. Exhortó asimismo a trabajar en armonía, dejando a un lado “los chismes y habladurías”.

¡Qué bien! Aún en los más elevados altares de la fe hay “chismes y habladurías”, que tanto daño hacen al espíritu.

Fue en ese contexto que habló del catálogo de enfermedades que amenazan a la Curia, entre ellas un “alzheimer espiritual”, “… una disminución progresiva de las facultades espirituales… Lo vemos en los que han perdido el recuerdo de su encuentro con el Señor… en los que construyen muros alrededor de sí mismos y se convierten, cada vez más, en esclavos de las costumbres y de los ídolos que han esculpido con sus propias manos’’.

Imitemos la conducta de Francisco, el Papa terrenal, que valora la espiritualidad y trabaja por la paz, desde Palestina hasta América.

Aprendamos del Papa Francisco.

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