Tengo frío

Sí, frío, titiritando con temblores y dolor … aquí … en cálido país del Caribe … en el nivel del mar. En esta grande y bella, y cálida, ciudad que en el Haití del arahuaco de la América meridional construyó el Comendador Mayor de la…

Sí, frío, titiritando con temblores y dolor … aquí … en cálido país del Caribe … en el nivel del mar. En esta grande y bella, y cálida, ciudad que en el Haití del arahuaco de la América meridional construyó el Comendador Mayor de la Orden de Alcántara, Frey Nicolás de Ovando y Cáceres, mudando hacia la margen occidental de la ría del Ozama la aldea que los Colón santiguaron con el nombre de su padre y del Justo en cuyo honor fue fundada la Orden Dominicana.

Frío que me hizo recordar dos ocasiones anteriores del mismo frío por la misma causa –falta de abrigo– en enero de 1955 en la Sierra de Constanza donde fui a cobrar una factura de cigarros al Almacén de los Bermúdez y la tembladera no me dejaba firmar el recibo, pues andaba en camisa de algodón de mangas cortas, temblores que cesaron solo tras largo rato de la copa que me brindó el administrador.

La segunda ocasión se me presentó en diciembre de 1960 al arribar en mi primer viaje a un New York que acababa de recibir catorce pulgadas de nieve, en el tramo del avión a la terminal que me obligó a hacer una larga fila, sin abrigo, durante un tiempo que se me hizo eterno, con terribles dolores en la nariz, las orejas, las manos y las piernas y todo el cuerpo con temblores de majarete que sobrevivieron largo tiempo al sobretodo que me esperaba.

Aquí, me desperté hace un par de días con terribles dolores en las piernas y la misma tembladera de New York porque al acostarme con solo la protección de una camisa no me percaté de que las dieciocho ventanas del segundo piso, donde duermo, y todas las puertas interiores estaban abiertas. Soplaba a través de la ventana que está frente a la cama una brisa constante hacia adentro que enfrió mis piernas hasta el dolor, e hizo que me despertara titiritando.

Había decidido andar sin ropa interior porque he estado a tratamiento médico que incluye una sonda para sacar la orina, que aunque la saca hacia la bolsa conectada a su punta exterior, también deja salir orina por otros dos orificios, desde los cuales cae al suelo, a mis ropas, al sillón de mi escritorio, a la cama. Y todo lo empapa a todas horas. Ni qué decir del olor que todo despide.

Pero titiritar de frío y sufrir el dolor óseo acompañante son leves en comparación con el frío y el dolor del alma que llega a la gente que cree terminada su visita al plano físico, duda que les entrega la impotencia, la desesperanza, la anomía, el desarraigo, cuando les falta amor, caridad, solidaridad. l

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