Una sociedad secuestrada (y 3)

Quizás el más perverso y dañino de los tantos secuestros a que está sometida la sociedad dominicana de hoy, es la de los poderes fácticos. Wikipedia lo define como “el que se ejerce al margen de los cauces formales (es decir, que no coincide…

Quizás el más perverso y dañino de los tantos secuestros a que está sometida la sociedad dominicana de hoy, es la de los poderes fácticos. Wikipedia lo define como “el que se ejerce al margen de los cauces formales (es decir, que no coincide necesariamente con el aparato del Estado) y se sirve de su autoridad informal o su capacidad de presión, para influir políticamente.

El poder fáctico ni está legitimado ni siempre busca la legitimación para ejercerse, pero ejerce de facto (de hecho) el poder aunque no lo haga de iure (legalmente) ya que su mera existencia le hace ser determinante”. El profesor Michael Coppedge de la Universidad de Notre Dame, afirma: “hay actores estratégicos en la sociedad política, que son aquellos que tienen suficiente poder para alterar el orden público, impulsar o detener el desarrollo económico o, en general, afectar la marcha de la sociedad, ya sea porque poseen determinantes bienes de producción, o mueven organizaciones de masas, o tienen influencia sobre la maquinaria administrativa del Estado, o manejan las armas o poseen la capacidad de diseminar con fuerza ideas e informaciones sobre la sociedad”.

Esos poderes, a quienes los intereses económicos aglutinan o enfrentan, ejercen una influencia tal en la vida económica-social, que los responsabiliza de la inequidad social y económica que caracteriza a la sociedad dominicana. Estas fuerzas invisibles condicionan iniciativas sociales y acciones dirigidas a la profunda trasformación imprescindible, de un país que tiene 10 años de crecimiento económico y al mismo tiempo aumenta la perversa brecha entre sus capas sociales.

Ese poder factico, ejercido con sutileza pero con marcada constancia, que carece de visión más allá de los intereses de grupo y las acciones inmediatistas, ha esculpido un castrante modelo de desarrollo, que muestra evidentes signos de agotamiento y que nos arrastra al creciente endeudamiento externo, con previsibles consecuencias. Queremos desarrollo y transformaciones pero que sus costos lo paguen “otros” y pretendemos conseguir por arte de magia o milagros divinos, hacer infinitamente elástico un presupuesto nacional que ya no alcanza.

Las exenciones que debieron ser elementos transitorios de impulso de sectores productores de riquezas, se constituyen en motores permanentes y generadores de irritantes privilegios. Contamos con una creciente masa de frustrados jóvenes preparados, que no encuentran espacios para un empleo digno y el gobierno, atado de manos, tratando de no despertar demonios que le compliquen aún más la existencia, por el grave condicionamiento a que está sometido por esos poderes fácticos. Continúa diciendo el profesor Coppedge: “la gobernabilidad depende de que las relaciones entre estos “actores estratégicos” sean estables y aceptadas”. Es la nuestra, una sociedad única con múltiples secuestrarios, que en pocos días entra al 2015. l

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