Pedro Martínez, una vez más, escribe una página inmarcesible para la historia de la República Dominicana, al ser electo al Salón de la Fama de Cooperstown.Martínez acaba de unirse a don Juan Marichal Sánchez, quien era nuestro único residente en el llamado templo sagrado del béisbol, donde no hay espacio para los buenos, sino para los grandes. Marichal ingresó en 1983, en su tercera ocasión en la boleta de los cronistas de béisbol y obtuvo el 83.7 por ciento de las votaciones.
Pedro “El Grande”, mote con el que se conoció al derecho de Manoguayabo, cruzó en primera vuelta y obtuvo un 91.1 por ciento, el segundo total más alto entre los latinos detrás del puertorriqueño Roberto Clemente (92.6%).
Los números de Martínez revelan a uno de los lanzadores más dominantes de todos los tiempos. Un artista del control que abusaba de los contrarios con una bola rápida que viajaba hasta 99 millas por hora; un cambio que ridiculizó a los bateadores a su antojo y otros envíos de calidad que le daban un arsenal escasamente visto en los anales del juego.
Fue el protagonista de grandes batallas, especialmente ante los Yankees de Nueva York, a quienes les ponchó 17 hombres, el 10 de septiembre de 1999, en el triunfo de Boston 3-1. Lanzó juego completo, de apenas un imparable, que fue el cuadrangular de Chili Davis en el segundo episodio. Ese mismo año fue el Jugador Más Valioso del Juego de Estrellas celebrado en el Fenway Park de Boston y ganó el premio Cy Young.
Terminó su carrera de 18 años con 219 victorias, 100 derrotas, 3,154 ponches (único latino con esa cifra en la historia de las Grandes Ligas) y un promedio de carreras limpias de 2.93.
Pero Martínez es algo más que números. No olvida sus orígenes y siempre busca la forma de aportar a su comunidad.
Los testimonios sobre su solidaridad abundan como sus proezas en la lomita. Fue un bravo competidor que a la vez es dueño de un gran corazón.
República Dominicana celebra con orgullo el logro de uno de sus hijos más destacados, Pedro “El Grande”.
